7 de septiembre de 2003


Festejos ruidosos

Daniel Espuny Robles

A las muestras ya habituales de desfachatez barriobajera que hemos de sufrir (motos a escape libre, ocupación abusiva del paso de peatones y minusválidos, excrementos en la acera, el perro de ático y pisito ladrando enloquecido de madrugada durante horas, la atmósfera de tabacazo en el ascensor, etc.) se añade también la incívica propensión a detonar en la calle o entre paredes unos potentísimos petardos, siempre con excusa de celebraciones y festejos y ya fueran éstos meramente particulares o subvencionadamente públicos.

Pues, a quienes sin reparo alguno se recrean con el estruendo de semejantes explosiones -que sobresaltan tremendamente a muchísimas personas de toda edad y condicionamiento físico- les quisiera desear que las salvas que lanzan con tanto entusiasmo, no les adelanten ningún preludio de mal agüero y que ojalá nunca tengan que huir de las de verdad; y que tampoco mañana les falte para comer o para medicinas que necesitasen ellos o sus hijos, el dinero que hoy malgastan pródigamente en ruido y humo.

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