Los vecinos de Gràcia soportamos estoicamente las
incomodidades derivadas de que el barrio se haya convertido en
un lugar de moda para la diversión nocturna. La profusión de
bares y restaurantes inunda de ruido las plazas y las calles y
dificulta la movilidad de los peatones, que deben saltar de la
acera a la calzada si quieren avanzar por la calle. Desde el
Ayuntamiento se está intentando mejorar esta situación con la
creación de supermanzanas, que facilitan la movilidad de los
vecinos al ampliar las aceras y restringir el tráfico rodado.
Desde que se ha puesto en marcha el plan, hemos asistimos
atónitos al rechazo que ha suscitado entre algunos
comerciantes que temen perder parte de sus ingresos y su
clientela, y que están empapelando las calles con pancartas de
protesta. ¿Desde cuándo la restricción del tráfico pone en
riesgo la actividad comercial?, ¿cuándo entenderemos la
convivencia desde un punto de vista cívico y respetuoso con
los demás, y no como una plataforma en la que se reivindiquen
los intereses comerciales? Es hora de que el derecho al
descanso nocturno sea más importante que el derecho al ocio,
de que los vecinos podamos desplazarnos por la calle y de que
los dueños de bares y tiendas dejen de imponernos sus reglas
de juego.
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