14 d'agost de 2005
Culto al ruido
PAULINO CASTELLS
BARCELONA
A medida que avanza el verano proliferan en esta misma sección las airadas cartas enviadas por sufridos ciudadanos que se ven obligados a someterse al suplicio de ruidos molestos a todas las horas del día y, lo que es todavía peor, de la noche. Que si motos sin silenciador, que si músicas pachangueras a toda marcha, que si alaridos de borrachos a las tantas de la madrugada...
Parece que nuestra sociedad está rindiendo incondicional culto al ruido indiscriminado. Al ruido porque sí, porque me sale de las narices. Idolatrado por muchos padres que, felices, pagan, por ejemplo, la gasolina de la motocicleta del hijo para que vaya alterando el sueño de los vecinos (¿a más ruido, más ostentación de poder?). Y lo que es peor, que a estos progenitores irresponsables y a estos hijos educados en esta aberrante permisividad (obviamente, los hijos, con el tiempo, les pasarán factura de su irresponsabilidad) ninguna autoridad competente les dice que están faltando al más elemental respeto al silencio ajeno, al que tiene derecho cualquier persona, tanto el que se deleita en la apacible lectura de un libro, como el que contempla un paisaje desde la terraza de su casa de veraneo o el que, simplemente, quiere dormir la siesta o, desde luego, el que necesita conciliar un reparador sueño nocturno.
Desgraciadamente, el silencio parece ser un valor en vías de extinción.