Por mi calle pasan (pasaban) al menos un par de veces los camiones de la basura.Una de ellas, de madrugada, sobre más o menos la una o las dos. Mi calle es estrecha, y los ruidos muy molestos. No entiendo por qué estos vehículos tienen que ser tan ruidosos; pero, en fin, ya me estaba acostumbrando.

Pero ahora estamos con la recogida «del cartón de los comercios»; ya no pasan dos veces sino tres. Y lo del cartón lo pongo entre comillas porque, además de cartón, se dejan cosillas como de embalaje y tal.

Bueno, pues ayer, por ejemplo, esos montones estuvieron sin recoger (calle del Rosario) desde las nueve hasta las seis de la mañana, nueve horas.Como entretanto pasaron los alegres deambuladores alcohólicos nocturnos, los montones de desperdicios se desparramaron bastante.

Pues a eso de las seis llegó la caballería. Me refiero al camión de recogida. Frenó con un chirrido espeluznante, que despertó a medio barrio; entonces llegaron los gritos de los operarios sobre si esto estaba aquí o allá; pero mejor fue el camión en sí, cuyo mecanismo desconozco.

Emite crujidos, chirridos, golpes sordos y toda una gama de ruidos que a las seis de la mañana forman un concierto que ni los sujetos más gamberros (que hacen su peculiar ronda sobre las cinco, al filo del cierro de baretos) habían igualado hasta ahora en nuestras madrugadas.

Yo les aseguro que el cartón, el pobre, no es capaz de emitir esos estremecedores aullidos. De modo que esto es lo que llaman calidad de vida y modélicos servicios públicos. ¿Podría la Policía aplicar el sonómetro a uno de esos monstruos en plena orgía devoradora?