Una niña juega en un PIN. Foto: k.c.
bilbao. Los 90 decibelios que llegan a alcanzarse en uno de los parques infantiles de Navidad (PIN) que se ponen en marcha por estas fechas someten sobre todo a sus usuarios a una lenta tortura, según constata Agustín Martínez, decano de la Facultad de Medicina y Odontología de la UPV y coordinador del estudio realizado por el Departamento de Otorrinolaringología de la misma.
Según Martínez "esta fuente de ruido no estaría aceptada en ningún puesto de trabajo". "No son tolerables unas condiciones de contaminación acústica semejantes. Por realizar una comparativa gráfica, la intensidad de este sonido equivale a la de un martillo neumático o al rumor de las cataratas del Niágara", añade. En ese sentido, apunta que se han detectado estados de ansiedad en niños asociados al ruido.
Tal y como plantea este estudio, es importante la búsqueda de soluciones. "La más habitual en el mundo laboral es la de aislar el foco de ruido y bajar el volumen. Además, existen tapones específicos para cada frecuencia sonora que se adaptan a la anatomía de cada oído. Pero hay que señalar que semejante intensidad de las bocinas de las atracciones resulta absurda. Eso, sin dejar de recordar que el ruido te hace poco social", explica.
Son varias las secuelas que deben de tenerse en cuenta, como explica Martínez. "Una exposición prolongada a este tipo de sonidos provoca hipertensión arterial". A esto, según confirma este estudio, habría que añadir también "problemas de irritabilidad, dolores de cabeza o cuadros de estrés". En lo que atañe a los visitantes de los parques infantiles, son los niños los que más sufren este exceso de decibelios debido a su sensibilidad. "Hay que ejercer mayor presión y solicitar a los feriantes que bajen el volumen de las atracciones. Por supuesto es aconsejable huir de las fuentes de ruido más intensas. No ha de olvidarse que los niños son más sensibles a este tipo de transmisiones intensas, dado que el adulto ya posee un entrenamiento del oído que le permite adaptarse. En los más pequeños se han detectado cuadros de excitación y estados de ansiedad asociados al ruido".
Así, recalca que la capacidad dañina del ruido es evidente. "Siempre hay que medir la intensidad y el tiempo de exposición al mismo, pero se estima que una exposición prolongada a un sonido semejante -pongamos diez años- provoca tasas de sordera cercanas al cincuenta por ciento. Antes de llegar a esta situación extrema se detectan otras patologías. El ruido es acumulativo y puede provocar hipoacustias". >n.g.
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