Plazas duras Los
balcones de Ciutat Vella expresan el malestar vecinal por el uso
abusivo del espacio público
RAMON
SUÑÉ - 12/10/2004 BARCELONA
Casi un
centenar de pancartas decoran desde hace semanas los balcones de los
edificios que dan a la plaza Vila de Madrid, el pasaje del Duc de la
Victòria y la calle del mismo nombre. Son la expresión gráfica del
malestar de unos vecinos que han padecido un verano de pesadilla y
que han sufrido las consecuencias del intenso uso y la presión
social que está castigando algunos de los espacios centrales de
Ciutat Vella. Lo que está sucediendo en varias plazas del distrito
es especialmente revelador de un estado de queja y desánimo
ciudadanos. En el caso de la plaza Vila de Madrid, se trata de una
zona completamente remodelada hace menos de dos años y que hoy
presenta señales alarmantes de degradación.
Barcelona,
guapa per dintre, bruta per fora; Volem dormir; Plaça
dura pel veïns; Prou degradació; Plaça de disseny,
resolta sense seny; Perill, xeringues; Prou
sorolls; Clos, portem dos anys de paciència; Plaça
dels pixaners, son algunos de los mensajes de protesta colgados
por los vecinos de la plaza Vila de Madrid. La plaza constituye el
más amplio catálogo de problemas vinculados a la convivencia que
puede encontrarse en esta ciudad. Dejan constancia de ello, además
de las sábanas ilustradas por los residentes, un fuerte olor a
orines humanos y caninos, y la multitud de bolsas de plástico,
papeles, latas de cerveza, condones y vidrios rotos esparcidos por
el asfalto, el césped y el camino que conduce a la necrópolis romana
de los siglos I al III. La actuación de las brigadas de limpieza,
aun siendo notable, no da abasto ante tanta porquería, y tampoco
sirven de mucho los depósitos de recogida neumática de residuos
instalados en la plaza aprovechando su remodelación.
La
plaza Vila de Madrid ha sido durante los meses de verano foco de
atracción de barceloneses y turistas poco respetuosos con el
descanso de los otros, skaters noctámbulos, amigos de lo ajeno,
adictos al botellón, individuos con una injustificable incontinencia
urinaria y excluidos sociales que han acabado con la paciencia de
unos vecinos que se sienten invadidos y dejados de la mano de Dios y
de la Guardia Urbana. Las quejas por el deterioro de este paisaje
urbano incluyen referencias a un magnífico ciprés abandonado a su
suerte -y a la falta de riego- y al escaso interés que las
autoridades municipales muestran últimamente por las ruinas de la
vía funeraria de Barcino, que el Ayuntamiento prometió en su día
convertir en centro de divulgación de la historia del pasado romano
de la ciudad.
Los presidentes de los grupos de CiU y PP,
Xavier Trias y Alberto Fernández, respectiva-mente, se han hecho eco
de la indignación de los vecinos, que han podido constatar
personalmente reuniéndose con ellos y contemplando las pancartas
camino de sus despachos en el Ayuntamiento. La pasada semana, la
situación de esta plaza físicamente verde y socialmente dura fue
objeto de debate en el consejo del distrito de Ciutat Vella a raíz
de una propuesta de CiU que reclamaba el "endurecimiento de las
políticas contra los incívicos" y que fue rechazada. En su informe
de gestión, el concejal Carles Martí también sacó a colación este
caso y el de otras plazas de Ciutat Vella, como la George Orwell y
la Vicenç Martorell -justo donde está ubicada la sede del distrito-,
donde también se acumulan las quejas por el creciente deterioro del
espacio público y el incremento de la inseguridad. "Asumo mi
responsabilidad como concejal del distrito y espero mejorar la
situación el próximo verano", respondió Carles Martí ante las
críticas de convergentes y populares y la mirada atenta del
presidente del consejo del distrito, el primer teniente de alcalde,
Xavier Casas, y el líder del grupo municipal de CiU, Xavier Trias.
Si las plazas Vila de Madrid y Vicenç Martorell son un
compendio de los males de CiutatV ella, el entorno de la iglesia de
Santa Maria del Pi es un buen ejemplo del pancartismo
especializado. En este caso, los vecinos se manifiestan en sus
balcones hartos del "acoso" y la "tortura musical". Això és un
barri i no un escenari,reza uno de los lienzos. Quizás en
consideración a estas opiniones, el mismo día que discutía sobre las
plazas más conflictivas, el distrito aprobaba un reglamento de
condiciones para los músicos
callejeros.
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