Cada vez son
más y hacen más ruido. Esta semana se celebró la primera asamblea
global convocada en las Cotxeres de Sants por la Coordinadora de
Barris de Barcelona Contra els Sorolls i Aldarulls, que agrupa a más
de una treintena de entidades de la capital catalana.
Andreu Mora, creador
de esta coordinadora, opina que este movimiento sólo puede ir a más:
«El día 20 de este mes colapsaremos el registro municipal porque
presentaremos 400 denuncias a la vez». «La asamblea fue un éxito,
aunque faltaron la Federació de Veïns i Veïnes de Barcelona y otras
asociaciones. Nosotros no seguimos consignas políticas y somos
efectivos. Quien quiera puede apuntarse», añade.
Lluís Gallardo, de Juristas contra el ruido, acusa al
Ayuntamiento de desarrollar «una política completamente nefasta y
cínica».«Dictan una resolución y después dicen que es papel mojado»,
apunta. También recuerda que el movimiento ha tomado mucha fuerza
gracias al caso del Bar Gusto, en Gracia. Los vecinos protestaron
contra este bar musical que funcionaba de forma ilegal. Todo acabó
con una sentencia contra el Ayuntamiento por daños y prejuicios.«Es
muy importante porque podemos ponerlo como ejemplo en los juicios y
también usarlo como medida de presión», observa.
La recogida de basuras a avanzadas horas de la madrugada, el
comportamiento del turismo de borrachera y las discotecas que se
amparan en dudosas licencias son algunos de los problemas que se
plantearon. Estos son sólo algunos de los problemas que se abordaron
explicados a este diario por los que los sufren.
Gallardo avisa: «La gente está muy cabreada porque creen que el
Ayuntamiento les toma el pelo a base de bien... Hay incluso
contenciosos ganados que el consistorio se niega a hacer cumplir».
La Paloma. Esta sala de baile que se transforma en discoteca
las noches de fin de semana es una de las más polémicas de la
ciudad. Justo cuando la orquesta deja paso a los DJ, un batallón de
mimos puebla los aledaños del establecimiento para pedir con gestos
que no se haga ruido. «Llevan más de un año y los han puesto los de
La Paloma, pero no soluciona nada», apunta Aurea Prado, «cuando
entran aún les hacen caso, pero a las seis de la mañana casi es
contraproducente porque algunos se ponen aún más tontos».
Prado, que vive justo al lado de La Paloma, incluso sospecha
que los propietarios tienen mano dentro del Ayuntamiento. «Si no no
se explica que esto siga así. Un vecino llamó hasta 60 veces a la
Guardia Urbana y ni caso», añade. Además, explica que es una sala
peligrosa porque es de madera y con muchas cortinas.«Además, la
propietaria ha comprado los bajos de los bloques adyacentes y quiere
ampliarla por lo subterráneos... Si eso arde, se quema toda la
manzana», apostilla.
New York. La histórica sala de la calle Escudellers -un club
de variedades que ha sido transmutado en discoteca- también enerva
los ánimos de algunos vecinos. Mari Angels Verdaguer es una de
ellas: «Llevamos años protestando, pero es que desde hace nueve
meses han ampliado la amplificación. Así que las paredes de mi casa
tiemblan y es imposible dormir». «Dicen que nos ayudarán, pero
después te das cuenta de que sólo son buenas intenciones.Podrían
cerrarla mientras no arreglen el problema o la insonoricen bien»,
sugiere.
Club 13. Muy cerca, en la plaza Reial, este local, entre
restaurante y discoteca de ambiente cool barcelonés, no tiene la
licencia que le permita abrir toda la noche. «El Pla d'Usos del
Ayuntamiento no lo permite, pero el problema es que no se aplica...
Yo sólo reclamo que se cumpla la ley», explica Marga Guasch, una
esforzada activista vecinal contra el ruido. Además, denuncia casos
de mobbing inmobiliario para abrir aún más locales de lo más
rentable.«Nazario, que es mi vecino, siempre dice que lo peor son
las becarias de Erasmus. Algunos turistas vienen aquí sólo a beber y
se piensan que la plaza es parte del hotel y que pueden hacer lo que
quieren», protesta.
Kaché. Esta discoteca de la calle Lepanto es otro de los
caballos de batalla que más trabajo dan a la coordinadora, además de
los bares en la plaza Ibiza del barrio de Horta. Los vecinos han
puesto muchas denuncias al establecimiento. «El Ayuntamiento no hace
nada. Dicen que son de carácter administrativo y que no pueden
resolverlo rápido», expone, «pero cuando quieren sí que se dan
prisa. Lo que pasa es que quizá tienen miedo de ser impopulares, de
perder votos. El caso es que si no solucionan esto, perderán los
nuestros». Estos vecinos incluso están dispuestos a ir al juzgado.