Timbrazos a deshora, subidas y
bajadas de numerosos hombres y mujeres desconocidos, anuncios de
relax y un repentino aumento de los ruidos pusieron en alerta hace
unos meses a una comunidad de vecinos de la calle Florida.
Los residentes, convencidos de que en uno de los pisos del
edificio se ejercía la prostitución, pidieron amparo al Defensor del
Vecino, Javier Otaola, con la esperanza de encontrar el modo de
hacer cesar esa actividad, permitida por la ley. La presión vecinal
y las pesquisas del Síndico han hecho que los propietarios de la
casa de citas hayan decidido trasladar su negocio a otro sitio,
explicaron ayer el Síndico y portavoces municipales.
Sin licencia
de actividad
Otaola inició una investigación después
de escuchar a los vecinos, con la ayuda a la Policía Municipal. «Nos
aseguramos de que no se daban casos de prostitución de menores o de
extorsión de inmigrantes», relató el Síndico. No hallaron indicios
de ningún delito. Sin embargo, la presencia de Otaola, de los
agentes y la decisión de los vecinos de denunciar ante los
tribunales a este negocio por carecer de licencia de actividad han
acabado por persuadir a sus responsables, que abandonan el
lugar.
El Defensor del Vecino ya ha atendido otras tres
peticiones similares en los casi tres años que lleva al frente de su
oficina. En unos de los casos, el propietario del inmueble, que
desconocía a qué se dedicaban sus inquilinos fue el que logró que
cesara este tipo de actividad. En otra ocasión, las trabajadoras del
sexo continuaron con su labor, pero sin causar molestias al
vecindario.