Echados
por el ruido del tranvía
Los
vecinos de una finca en el barrio de Tránsitos negocian con la Generalitat la
compra de sus viviendas, afectadas por las vibraciones de los convoyes
Los
vecinos de una finca en el barrio de Tránsitos negocian con la Generalitat la
compra de sus viviendas, afectadas por las vibraciones de los convoyes
Hasta
la cama se mueve cuando pasa el tranvía, según aseguran los vecinos de una finca
situada en el barrio de Tránsitos, en la calle Escritor Abu-Salt. Ferrocarrils
de la Generalitat ha comprado en los últimos tres años una docena de pisos, después
de una sentencia que le obligaba a solucionar las grietas y vibraciones producida
por los trenes.
Según el relato de Julia Alcañiz, dueña de una de las doce
viviendas afectadas que todavía no son propiedad pública, el director general
de Transportes, Vicente Dómine, se comprometió a permutar todas las viviendas.
“Piso por piso es lo que nos dijo, una noche que vino y se reunió con todos en
un bar”.
El caso es que esa promesa no se llevó a la práctica. Fuentes
de la empresa pública negaron ayer el ofrecimiento, para señalar que la idea original
fue una tasación de las viviendas, para así ofertar a los vecinos un buen precio.
Antes,
se intentaron medidas para reducir las vibraciones, como reducir la velocidad
de los trenes y reformar la plataforma del tranvía. En ambos casos no se ha reducido
el perjuicio, que se puede ver a simple vista en un recorrido por la finca.
En
las cornisas y en las fachadas se aprecia mejor el efecto del paso de los trenes,
aunque dentro de las viviendas también ha hecho mella. El primero pasa a las cinco
de la mañana y sirve de despertador a todos los residentes que tienen el sueño
ligero. Y así, hasta la medianoche.
Para Julia Alcañiz, la negociación
debe ser común con todos los propietarios. Así se logrará evitar suspicacias y
confusiones. En la empresa lo tienen claro y afirman que la valoración es la misma
que el pasado noviembre llevó a cerrar una docena de acuerdos de compra con otros
tantos vecinos.
Construido hace 50 años
Las viviendas
son pequeñas, de dos habitaciones y unos cincuenta metros cuadrados. El edificio
se construyó a mediados de los años 50 y durante la construcción de la línea 4
del tranvía ya se detectaron problemas por las vibraciones. “Mi padre fue uno
de los que llamó a la policía cuando empezaron a allanar el terreno con unas máquinas
que hacían temblar toda la finca”.
El caso es que el inmueble ya estaba
cerca de la línea del popular trenet, aunque el tranvía pasa algo más cerca y
las viviendas están más viejas. Con esos componentes, Ferrocarrils optó después
de la sentencia por comprarlas todas, para evitar así demandas futuras.
A
la tasación oficial, encargada a un agente de la propiedad inmobiliaria, se le
añadió un 25% por los perjuicios causados desde 1994, cuando se puso en servicio
la línea. En 2001 se revisó con un incremento del 5%. La media viene a ser de
unos 36.000 euros, una cantidad “muy baja en comparación con los precios de las
casas de esta misma calle, que pueden estar en 60.000 euros, casi el doble”.
El
aumento desbocado de precios en el sector inmobiliario ha propiciado que los vecinos
no estén conformes con la valoración que ofrece Ferrocarrils.
Julia Alcañiz afirma que ninguna de las doce familias que quedan en la finca quieren
vender. En la empresa aseguran hay situaciones de todo tipo, desde personas mayores
a las que les cuesta mudarse a otra casa, pasando por familias jóvenes y pisos
vacíos, productos de una herencia difícil de dividir. Aún así, afirmaron que están
negociando con dos o tres propietarios, con los que esperan alcanzar un acuerdo
dentro de escasas fechas. Después, todavía no está claro si se derribará la finca,
una vez que se quede completamente vacía.
En todo caso, los últimos vecinos
que quedan se muestran muy reacios a abandonar sus casas. “Que sepan que no nos
queremos ir”.