lasprovincias.es  
Martes, 3 de febrero de 2004  Webmail    Alertas   Envío de titulares    Página de inicio
PORTADA ACTUALIDAD ECONOMÍA DEPORTES OCIO SERVICIOS LP RADIO LP TEVA CENTRO COMERCIAL
LO + BUSCADO

-PlayStation 2
-Dietas
-Predicciones 04
-Balnearios
-Boda Real
-Fondos pantalla
-Iguana Tango
-Salvapantallas
-Rebajas
-Fran Perea
-Inmobiliaria
-Horóscopo
-Música
-Letizia Ortiz
-Informática

Haz clic en la categoría escogida...
VALENCIA
TRANSPORTES
Echados por el ruido del tranvía
Los vecinos de una finca en el barrio de Tránsitos negocian con la Generalitat la compra de sus viviendas, afectadas por las vibraciones de los convoyes
Los vecinos de una finca en el barrio de Tránsitos negocian con la Generalitat la compra de sus viviendas, afectadas por las vibraciones de los convoyes
Hasta la cama se mueve cuando pasa el tranvía, según aseguran los vecinos de una finca situada en el barrio de Tránsitos, en la calle Escritor Abu-Salt. Ferrocarrils de la Generalitat ha comprado en los últimos tres años una docena de pisos, después de una sentencia que le obligaba a solucionar las grietas y vibraciones producida por los trenes.

Según el relato de Julia Alcañiz, dueña de una de las doce viviendas afectadas que todavía no son propiedad pública, el director general de Transportes, Vicente Dómine, se comprometió a permutar todas las viviendas. “Piso por piso es lo que nos dijo, una noche que vino y se reunió con todos en un bar”.

El caso es que esa promesa no se llevó a la práctica. Fuentes de la empresa pública negaron ayer el ofrecimiento, para señalar que la idea original fue una tasación de las viviendas, para así ofertar a los vecinos un buen precio.

Antes, se intentaron medidas para reducir las vibraciones, como reducir la velocidad de los trenes y reformar la plataforma del tranvía. En ambos casos no se ha reducido el perjuicio, que se puede ver a simple vista en un recorrido por la finca.

En las cornisas y en las fachadas se aprecia mejor el efecto del paso de los trenes, aunque dentro de las viviendas también ha hecho mella. El primero pasa a las cinco de la mañana y sirve de despertador a todos los residentes que tienen el sueño ligero. Y así, hasta la medianoche.

Para Julia Alcañiz, la negociación debe ser común con todos los propietarios. Así se logrará evitar suspicacias y confusiones. En la empresa lo tienen claro y afirman que la valoración es la misma que el pasado noviembre llevó a cerrar una docena de acuerdos de compra con otros tantos vecinos.

Construido hace 50 años
Las viviendas son pequeñas, de dos habitaciones y unos cincuenta metros cuadrados. El edificio se construyó a mediados de los años 50 y durante la construcción de la línea 4 del tranvía ya se detectaron problemas por las vibraciones. “Mi padre fue uno de los que llamó a la policía cuando empezaron a allanar el terreno con unas máquinas que hacían temblar toda la finca”.

El caso es que el inmueble ya estaba cerca de la línea del popular trenet, aunque el tranvía pasa algo más cerca y las viviendas están más viejas. Con esos componentes, Ferrocarrils optó después de la sentencia por comprarlas todas, para evitar así demandas futuras.

A la tasación oficial, encargada a un agente de la propiedad inmobiliaria, se le añadió un 25% por los perjuicios causados desde 1994, cuando se puso en servicio la línea. En 2001 se revisó con un incremento del 5%. La media viene a ser de unos 36.000 euros, una cantidad “muy baja en comparación con los precios de las casas de esta misma calle, que pueden estar en 60.000 euros, casi el doble”.

El aumento desbocado de precios en el sector inmobiliario ha propiciado que los vecinos no estén conformes con la valoración que ofrece Ferrocarrils. Julia Alcañiz afirma que ninguna de las doce familias que quedan en la finca quieren vender. En la empresa aseguran hay situaciones de todo tipo, desde personas mayores a las que les cuesta mudarse a otra casa, pasando por familias jóvenes y pisos vacíos, productos de una herencia difícil de dividir. Aún así, afirmaron que están negociando con dos o tres propietarios, con los que esperan alcanzar un acuerdo dentro de escasas fechas. Después, todavía no está claro si se derribará la finca, una vez que se quede completamente vacía.

En todo caso, los últimos vecinos que quedan se muestran muy reacios a abandonar sus casas. “Que sepan que no nos queremos ir”.