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16 de Noviembre de 2003
 
 

Calma en la casa de Alá
La polémica por el uso del local de la calle Cervantes como mezquita por parte de los musulmanes contrasta con el sosiego que se respira cada tarde durante los rezos del Ramadán

Hace más de tres años que se arrastra la polémica por la utilización por parte de la comunidad islámica de la nave del número 44 de la calle Cervantes como mezquita. El Ayuntamiento de Reus ha repetido por activa y por pasiva que los musulmanes no pueden utilizar el local para usos religiosos, ya que la normativa no lo permite. Por su parte, desde la asociación de vecinos La Mineta también han advertido que no están dispuestos a tolerar que la nave siga abierta como mezquita tras el Ramadán. Pero, ¿qué pasa mientras tanto? ¿Cómo se vive a diario en la calle Cervantes el ir y venir de musulmanes? El Diari fue testigo el pasado viernes -el día más importante de la semana para los practicantes del Islam- de la última pregaria de la jornada, en la que participaron más de 300 fieles.

Joan Morales/Reus
mailto:jmorales@diaridetarragona.com

«Salam Aleikum (la paz esté contigo». Pasan 20 minutos de las siete de la tarde y el saludo se repite entre los primeros musulmanes que empiezan a llegar al local del número 44 de la calle Cervantes. Es viernes, el día más importante de la semana para los practicantes del Islam, y se prevé una asistencia masiva de fieles a la polémica mezquita para llevar a cabo la última pregaria del día, una oración que durante el mes sagrado del Ramadán se convierte en especial ya que se complementa con la Tarauih, una lectura del Corán que sirve para cerrar la jornada.

Fuera, en la calle, prácticamente no pasa ni un alma y en la oscuridad de la noche tan sólo se dibujan las siluetas de las chilabas que se dirigen hacia la mezquita. Los primeros en llegar lo hacen a pie, aunque también comienzan a aparecer coches que, ante la imposibilidad de aparcar en la calle Cervantes, se dirigen hasta las inmediaciones del colegio Montsant, en la calle Borges del Camp, en busca de un sitio en el que poder dejar el coche.

Precisamente, el aparcamiento se convierte durante las tardes del Ramadán en -prácticamente- el único problema que origina la presencia de musulmanes en este zona de Reus. «Vienen muchos coches y a veces tengo que estar pendiente de que no aparquen mal y molesten la entrada y salida de autocares», comenta un empleado de los hangares de la Hispano-Igualadina, quien añade que «a parte de eso, son personas que no dan ningún problema. Aparcan, se dirigen a la mezquita, y después suelen marchar sin molestar».

La nave del número 44 de la calle Cervantes empieza a llenarse poco a poco. Es un local bastante grande y no tiene problemas de capacidad. La mayoría de practicantes acaban de finalizar su jornada de trabajo y nada más entrar en la mezquita se dirigen al lavabo donde se asean antes de iniciar la pregaria.

Faltan menos de quince minutos para las ocho de la tarde y un coche patrulla de la Guardia Urbana hace acto de presencia. Aparca junto a la entrada de la nave y los dos agentes se limitan a quedarse en el interior del coche, mientras prosigue el reguero de musulmanes. Entre los que llegan a esa hora esta Mohamed, quien lo hace acompañado de su hijo. «Normalmente voy a rezar a la mezquita de Torreforta, ya que vivo en Tarragona. Pero hoy he aprovechado que venía a ver a un amigo de Reus para rezar aquí», comenta este marroquí en la puerta del local de la calle Cervantes, quien tampoco entiende la polémica que se ha originado por el uso de la nave como mezquita. «No creo que molestemos a nadie», sentencia.

Razón no le falta, sobre todo si tenemos en cuenta el ambiente de tranquilidad que se respira a escasos minutos del inicio de la charla previa a la oración, a cargo de un imán. Pasan dos minutos de las ocho y un vecino que pasea al perro admite al Diari bajo la escasa luz que dan las farolas de la calle Cervantes que «a mi no me molesta que estas personas vengan aquí a rezar. En general, a excepción de alguno que pueda desmadrarse, llegan, entran en la mezquita y no dan ruido». Cuestionado sobre las quejas de la asociación de vecinos, asegura que «entiendo que muchas personas se quejen porque estén incumpliendo la normativa de uso, pero particularmente a mí me da igual».

Mientras el Diari acaba de charlar con este vecino, del interior de la mezquita -aunque muy en la lejanía- empieza a oirse la voz del imán. Acaba de empezar la charla previa a la oración y la nave ya se encuentra prácticamente llena (a buen seguro que con más de 300 personas) de unos fieles que siguen las palabras del experto con una atención digna de resaltar. No se oye una mosca, claro está, al margen de la voz estridente del imán, cuyos consejos llegan a los oídos de los fieles a través de unos altavoces que hay colgados en las paredes del local.

La mezquita se encuentra prácticamente llena y aunque la última oración de la jornada está a punto de comenzar todavía llegan los últimos rezagados. El ritual sigue siendo el mismo: lavado de cara, un trago de agua y a rezar. El coche patrulla de la Guardia Urbana ya se ha ido y en el exterior del número 44 de la calle Cervantes nada hace pensar que en su interior hay concentradas más de 300 personas.

La oración comienza poco después de las nueve de la noche y dura algo más de media hora. A continuación, la Tarauih se alarga hasta pasadas las diez. Los musulmanes empiezan a abandonar la nave en silencio. Fuera les espera una humedad que cala los huesos y una calle Cervantes en la que reina un silencio casi sepulcral. La casa de Alá se vacía, a la espera de que cuando salga el sol vuelva a abrir las puertas para acoger la primera pregaria de la jornada. «Salam Aleikum».

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