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Calma en la casa de Alá La polémica por el uso del local de la calle
Cervantes como mezquita por parte de los musulmanes contrasta
con el sosiego que se respira cada tarde durante los rezos del
Ramadán
Hace más de
tres años que se arrastra la polémica por la utilización por
parte de la comunidad islámica de la nave del número 44 de la
calle Cervantes como mezquita. El Ayuntamiento de Reus ha
repetido por activa y por pasiva que los musulmanes no pueden
utilizar el local para usos religiosos, ya que la normativa no
lo permite. Por su parte, desde la asociación de vecinos La
Mineta también han advertido que no están dispuestos a tolerar
que la nave siga abierta como mezquita tras el Ramadán. Pero,
¿qué pasa mientras tanto? ¿Cómo se vive a diario en la calle
Cervantes el ir y venir de musulmanes? El Diari fue testigo el
pasado viernes -el día más importante de la semana para los
practicantes del Islam- de la última pregaria de la jornada,
en la que participaron más de 300 fieles.
Joan Morales/Reus mailto:jmorales@diaridetarragona.com
«Salam Aleikum (la paz esté contigo».
Pasan 20 minutos de las siete de la tarde y el saludo se
repite entre los primeros musulmanes que empiezan a llegar al
local del número 44 de la calle Cervantes. Es viernes, el día
más importante de la semana para los practicantes del Islam, y
se prevé una asistencia masiva de fieles a la polémica
mezquita para llevar a cabo la última pregaria del día, una
oración que durante el mes sagrado del Ramadán se convierte en
especial ya que se complementa con la Tarauih, una lectura del
Corán que sirve para cerrar la jornada.
Fuera, en la
calle, prácticamente no pasa ni un alma y en la oscuridad de
la noche tan sólo se dibujan las siluetas de las chilabas que
se dirigen hacia la mezquita. Los primeros en llegar lo hacen
a pie, aunque también comienzan a aparecer coches que, ante la
imposibilidad de aparcar en la calle Cervantes, se dirigen
hasta las inmediaciones del colegio Montsant, en la calle
Borges del Camp, en busca de un sitio en el que poder dejar el
coche.
Precisamente, el aparcamiento se convierte
durante las tardes del Ramadán en -prácticamente- el único
problema que origina la presencia de musulmanes en este zona
de Reus. «Vienen muchos coches y a veces tengo que estar
pendiente de que no aparquen mal y molesten la entrada y
salida de autocares», comenta un empleado de los hangares de
la Hispano-Igualadina, quien añade que «a parte de eso, son
personas que no dan ningún problema. Aparcan, se dirigen a la
mezquita, y después suelen marchar sin molestar».
La
nave del número 44 de la calle Cervantes empieza a llenarse
poco a poco. Es un local bastante grande y no tiene problemas
de capacidad. La mayoría de practicantes acaban de finalizar
su jornada de trabajo y nada más entrar en la mezquita se
dirigen al lavabo donde se asean antes de iniciar la
pregaria.
Faltan menos de quince minutos para las ocho
de la tarde y un coche patrulla de la Guardia Urbana hace acto
de presencia. Aparca junto a la entrada de la nave y los dos
agentes se limitan a quedarse en el interior del coche,
mientras prosigue el reguero de musulmanes. Entre los que
llegan a esa hora esta Mohamed, quien lo hace acompañado de su
hijo. «Normalmente voy a rezar a la mezquita de Torreforta, ya
que vivo en Tarragona. Pero hoy he aprovechado que venía a ver
a un amigo de Reus para rezar aquí», comenta este marroquí en
la puerta del local de la calle Cervantes, quien tampoco
entiende la polémica que se ha originado por el uso de la nave
como mezquita. «No creo que molestemos a nadie»,
sentencia.
Razón no le falta, sobre todo si tenemos en
cuenta el ambiente de tranquilidad que se respira a escasos
minutos del inicio de la charla previa a la oración, a cargo
de un imán. Pasan dos minutos de las ocho y un vecino que
pasea al perro admite al Diari bajo la escasa luz que dan las
farolas de la calle Cervantes que «a mi no me molesta que
estas personas vengan aquí a rezar. En general, a excepción de
alguno que pueda desmadrarse, llegan, entran en la mezquita y
no dan ruido». Cuestionado sobre las quejas de la asociación
de vecinos, asegura que «entiendo que muchas personas se
quejen porque estén incumpliendo la normativa de uso, pero
particularmente a mí me da igual».
Mientras el Diari
acaba de charlar con este vecino, del interior de la mezquita
-aunque muy en la lejanía- empieza a oirse la voz del imán.
Acaba de empezar la charla previa a la oración y la nave ya se
encuentra prácticamente llena (a buen seguro que con más de
300 personas) de unos fieles que siguen las palabras del
experto con una atención digna de resaltar. No se oye una
mosca, claro está, al margen de la voz estridente del imán,
cuyos consejos llegan a los oídos de los fieles a través de
unos altavoces que hay colgados en las paredes del
local.
La mezquita se encuentra prácticamente llena y
aunque la última oración de la jornada está a punto de
comenzar todavía llegan los últimos rezagados. El ritual sigue
siendo el mismo: lavado de cara, un trago de agua y a rezar.
El coche patrulla de la Guardia Urbana ya se ha ido y en el
exterior del número 44 de la calle Cervantes nada hace pensar
que en su interior hay concentradas más de 300
personas.
La oración comienza poco después de las nueve
de la noche y dura algo más de media hora. A continuación, la
Tarauih se alarga hasta pasadas las diez. Los musulmanes
empiezan a abandonar la nave en silencio. Fuera les espera una
humedad que cala los huesos y una calle Cervantes en la que
reina un silencio casi sepulcral. La casa de Alá se vacía, a
la espera de que cuando salga el sol vuelva a abrir las
puertas para acoger la primera pregaria de la jornada. «Salam
Aleikum».
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