Un juez admite la denuncia de un matrimonio de Enguera por
los ruidos de una cámara frigorífica Afirman
que llevan 4 años sin poder dormir porque las máquinas están debajo del dormitorio
Ricard Gallego, Enguera Cuatro años lleva un matrimonio
de Enguera sin poder dormir en su dormitorio. El ruido que producen las cámaras
frigoríficas de un supermercado de alimentación se ha convertido en un calvario
para esta familia. Las máquinas se encuentran justo debajo de la habitación principal,
lo que ha obligado a sus moradores a buscar refugio en distintas partes de la
casa. Así y todo, el zumbido continuo de los potentes aparatos eléctricos es «insoportable»,
según confiesa Juan Daniel Simón, quien añade que su mujer es quien peor soporta
esta situación: «La depresión no se la quita de encima, ha perdido quilos y padece
insomnio», ha relatado el marido. El caso se encuentra ahora en manos del juzgado
número 3 de Xàtiva. La juez titular ha acordado admitir a trámite una denuncia
por vía penal contra el propietario del establecimiento. El matrimonio ha adelantado
que su intención no es obtener beneficio económico alguno: «Sólo queremos que
acabe todo esto y que podamos vivir tranquilos en nuestra casa», ha explicado.
La vía judicial ha sido «el último recurso» al que quería acudir este matrimonio:
«pero el ayuntamiento no nos ha dejado otra salida», han protestado. La primera
denuncia contra el supermercado data del 19 de julio de 2000. Pronto hará cuatro
años. La medición efectuada por la policía local en la vivienda confirmó que los
niveles eran superiores a lo permitido. El establecimiento carecía entonces de
licencia de apertura y su actividad llegó a ser calificada en un informe municipal
de «clandestina». Los distintos plazos concedidos por el ayuntamiento para subsanar
las deficiencias se cumplieron sin que los vecinos notaran ninguna mejoría: «Hicieron
algunas reformas, como aislar el calor o la turbina de extracción, pero el ruido
ha continuado igual desde entonces», ha comentado el afectado. El periplo administrativo
siguió su curso sin que la actividad del establecimiento se detuviera. El 19 de
noviembre de 2001 le anuncia al propietario el día y la hora en que la policía
local procederá a precintar las puertas de entrada del local. «Todo se quedó en
nada. Y lo que más nos sorprendió fue que el mes de agosto siguiente, el alcalde
decidiera conceder la licencia de actividad», relata Juan Daniel Simón. |