reportaje. Mutua Balear/Prevención
MAR FERRAGUT. PALMA. Si te van a agredir puedes esquivar el golpe,
cubrirte con el brazo, huir o intentar atacar antes. Si te apuntan con un foco a
los ojos, puedes apartar la luz o girar el rostro para que no te moleste. Ante
el ruido, no hay defensa posible.
Uno de los enemigos más difíciles, sutiles
y cotidianos del trabajador, y del ciudadano de a pie, es el exceso de
decibelios "porque invade nuestro espacio privado sin poder defendernos". Así lo
explicó ayer el experto en otorrinolaringología Ferrán Tolosa en la presentación
de Ruido y Salud Laboral, libro editado por Mutua Balear como "manual
descriptivo" para las personas con riesgo de padecer problemas a consecuencia de
la contaminación acústica en el trabajo.
El ruido es sutil porque sus daños
quizás no puedan apreciarse tan fácilmente, pero, tal y cómo explicó Tolosa,
coautor del volumen junto a Francisco José Badenes, es un enemigo a tener en
cuenta porque sus efectos pueden llegar a casi todo el organismo.
El
estruendo de algunas máquinas, el timbre constante del teléfono o el tono agudo
de determinados artefactos pueden causar lesiones no sólo en el aparato
auditivo, sino que pueden afectar al sistema reproductor -causando incluso
infertilidad en algunos casos-,el digestivo, el nervioso, el respiratorio e
incluso en la capacidad de visión. Y ya no hablemos de la repercusión psíquica
de determinados sonidos: todos conocemos el estrés que pueden llegar a causar
las bocinas de los coches, los politonos del móvil, la gente que grita con o sin
motivo.
El fenómeno parece que, sin que nadie se percate ni le otorgue la
importancia que merece, llega a todo y a todos. Se calcula que tras 35 años de
exposición a 85 decibelios -consulten el listado superior para hacerse una idea
de qué nivel de sonido hablamos- un 9% de los trabajadores presentará
sordera profesional; si hablamos de una exposición de 90 decibelios, esa cifra
se dispara hasta un 40% de afectados.
Consultando la lista de puestos
laborales más susceptibles de resultar afectados por este fenómeno, vemos que
pocos se salvan: desde todo aquel que pasa su jornada en la oficina hasta el
joyero, el impresor, el dentista...y, por supuesto, aquellos que trabajan en el
sector del ocio -bares, discotecas, salas de conciertos- y en la
construcción.
El hecho de que precisamente el ladrillo y la diversión sean
los dos pilares de la economía balear hacen que la cifra de accidentes laborales
provocados por el ruido en las islas no sea nada desdeñable. De 2005 a 2006,
coincidiendo con el momento de auge del sector inmobiliario, creció en un 160%
el porcentaje de sucesos originados por el estruendo en el trabajo, pasando de
14 a 36 bajas laborales por este motivo.
Y es que, como señaló Tolosa, a
mayor alboroto, más difícil resulta la comunicación entre los empleados, menor
nivel de alerta y más riesgo de accidentes.
Ante semejante y paradójico "daño
silencioso" que encarna el ruido, el doctor defendió la importancia de las
medidas preventivas actuando directamente sobre la fuente sonora o el medio,
sobre el propio trabajador con sistemas de autodefensa o, finalmente, realizando
la rotación de empleados y limitando las horas de exposición.
Los empresarios
están obligados por ley a combatir los riesgos derivados en origen, según indicó
Julián García, técnico de Mutua Balear, al hacer un repaso sobre la normativa
existente al respecto. García precisó que en el archipiélago existe una
legislación específica aprobada en marzo del año pasado aunque tal y como
precisó Tolosa, Palma se encuentra "muy por encima" del ruido ambiental de otras
ciudades europeas principalmente por el tráfico.
Ante este hecho, la
prevención se confirma como única defensa posible ante el ruido. O eso, o
retirarse e irse a vivir al campo.