Cada vez menos impera la cultura del silencio, gana la partida la cultura del ruido. Sin silencio, difícilmente se puede pensar y reflexionar.
Escuchar el silencio es impresionante. En el silencio, uno se mide a sí mismo y a su realidad, se domina, percibe cómo es, con todas sus potencialidades y capacidades.
El silencio es necesario para analizar nuestra realidad y la que nos envuelve, para andar o desandar, para diseñar o borrar, para proyectar, modificar, cambiar o corregir rumbos.
Antaño, la Semana Santa, que hoy Domingo de Ramos comienza, era una semana de silencio, de paréntesis, donde todo invitaba a parar, detenerse, pensar y proponerse nuevas etapas.
En Semana Santa se escuchaba el silencio por doquier. En la ciudad de Valencia, los tranvías no circulaban por el centro de la ciudad, los cines o cerraban o se limitaban a proyectaban películas relacionadas con los hechos históricos que esta semana son rememorados. Las emisoras de radio emitían música clásica o religiosa. Las campanas no sonaban y se llamaba a los oficios con matracas de madera. Nadie gritaba ni hablaba en voz alta.
Unos condicionamientos externos, cuestionados, se obligaba a vivir unos pocos
días, unas pocas horas, en el silencio. Se ha protestado aquellas decisiones
como coactivas. Pero ahora vivimos obligados asediados por el ruido, todo el
año, todos los días, todas las noches.
Vivimos asediados por el ruido,
nuestro modus viviendi es sufrir el ruido. Valencia es tan ruidosa que hasta la
Universidad Politécnica ha hecho estudios sobre el ruido, que es infernal. El
silencio de Semana Santa era celestial, pero el ruido de todo el año, que no nos
deja pensar, vivir ni dormir es un verdadero infierno.
Se le tiene miedo al
silencio, sin embargo el silencio es creativo y sanador, cura, nos permite
entrar dentro de nosotros mismos, interiorizarnos, y de nuestras cosas. Es un
temor sin base, ni fundamento, porque el silencio restaña, sanea, limpia,
descansa, relaja, ayuda a crecer y mejorar, a resolver problemas.
El silencio, por demás, es inteligente. Quien piensa, camina firme, seguro,
estable, actúa en la debida forma y consigue metas.
Aristóteles explica en
su metafísica que el hombre es ser en potencia y ser en acto, pasa de ser en
potencia a ser en acto mediante una decisión libremente tomada mediante la
reflexión, el pensar ayudado por el silencio.
Un silencio profundo y que hace profundizar, enfrentarse a las cuestiones importantes de la vida, de nuestro quehacer diario, que este año no tendremos en el siempre bullicioso territorio valenciano.