20 de desembre de 2003
Música
sí, música no
A unos les gusta la música en el metro. A otros, no. No importa por qué
opción se decante la mayoría. Se trataría de aplicar conceptos
tan básicos como el respeto o el derecho a la libertad de elección.
¿Por qué se ha prohibido fumar si eso gusta a muchos?
¿Por qué no nos obligan a comer un bombón cada
vez que marcamos el billete, si eso también gusta a muchos?
Un billete de metro
debería significar rapidez, eficacia, limpieza, seguridad, comodidad...
¿Todo esto está garantizado o se utiliza lo superfluo para enmascarar
las deficiencias? Un servicio público debe limitarse a dar un buen servicio
y no imponer la obligatoriedad de aceptar los regalos ajenos a su
actividad, por muy excelentes que parezcan.
ESTHER MELCON
Barcelona