Carmen Ferreras
Cada día que pasa soporto menos los ruidos. No sé
si es que me estoy haciendo mayor o qué, el caso es que los ruidos
me superan e incluso me ponen de mal humor. Y ruido es la música
estilo “chunda chunda” que, para más regodeo, algunos jóvenes llevan
a todo volumen cuando, a bordo de su bólido, cruzan las calles a
todo trapo. Oiga, son como discotecas ambulantes. Bajan la
ventanilla de su lado y a ser posible la del asiento del copiloto
que, por cierto, siempre va vacío, y nos sueltan el decibelio en la
calle que ya soporta los suyos correspondientes.
Los
propietarios municipales del bloc de multas deberían tener menos
consideración de la que demuestran con estos Travoltas sobre ruedas.
Con la particularidad de que su fiebre decibélica del sábado noche
nos vemos obligados a soportarla también el viernes, y el domingo y,
en algunos casos el jueves. El resto de los días deben de estar
ocupados porque no rebullen, gracias a Dios. No los aguanto. ¿Me
estaré volviendo intolerante?. No creo. El caso es que si te toca
una de estas discotecas móviles en el semáforo, cuando salen
brincando, que esa es otra, tardas en recuperar el oído porque te lo
han dejado hecho papilla.
Nos tomamos lo del ruido a risa y
hacemos mal. El ruido que soportamos es insoportable y el que se
resiente es el oído. Malo en la calle, pero cuando se soporta en
casa o en el trabajo ya es como para volverse loco. No somos los
únicos pero eso tampoco me consuela. Hasta donde yo sé un excesivo
volumen de ruido en el ámbito laboral se traduce, sin más florituras
y circunloquios, en enfermedades auditivas, estrés y ansiedad. Tres
particulares jinetes del apocalípsis del pobre oído nuestro.
Pues bien, más de sesenta millones de trabajadores europeos,
entre los que evidentemente nos incluimos los españoles, son
víctimas del ruido mientras desempeñan su actividad laboral. La peor
parte se la llevan las personas que trabajan en bares, obras,
discotecas, telefonistas y astilleros. Más tarde o más temprano
tienen que acabar echando mano del “sonotone” ante la importancia de
la pérdida auditiva.
La Unión Europea pretende combatir esta
lacra con la nueva directiva comunitaria sobre el ruido que ha de
ser adoptada por los 25 estados miembros antes del próximo 15 de
febrero. Sólo espero de corazón, que la susodicha rija para los de
la discoteca sobre ruedas que además de contaminar el ambiente con
el humo que “chorrea” el tubo de escape del bólido preparado para el
efecto, hacen de la contaminación acústica un mal añadido que debe
ser castigado. Es importante prevenir el ruido. La Semana Europea
sobre Seguridad y Salud en el Trabajo lo ha dejado bien claro: “El
ruido en el trabajo te puede costar más que tu oído”. “No al ruido”.
Pues eso.
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