 En estudios realizados se ha
registrado que los adolescentes se quejan más de
trastornos del sueño que los niños y
niñas. | Edny
González Petit
Se suele escuchar a los adultos
quejarse por tener un mal sueño. Sin embargo, poco se habla
del tema en la infancia y la adolescencia. La mayoría supone
que los niños, niñas y adolescentes duermen bien y pocos
piensan que puedan tener insomnio o algún otro trastorno del
sueño.
Dormir mal, trasnocharse o sufrir de algún
trastorno del sueño puede convertirse en un verdadero dolor de
cabeza para los y las estudiantes cuando tratan de
concentrarse durante las clases. Y es que se ha determinado
que un individuo que duerme mal, puede dejar de rendir 50% en
lo que hace diariamente.
En un estudio realizado por
la Asociación de Estudiantes de Medicina de Estados Unidos
(EEUU) se reportó que 41% de los encuestados le atribuyen los
errores de concentración a la fatiga que produce no dormir.
También se determinó que si un individuo pasa más de 24 horas
sin dormir, equivale a tener en la sangre 0,1% de alcohol, más
de lo permitido para manejar. Y si se compara a un individuo
que duerme eficazmente con otro que no lo hace, aquel que
duerme bien rinde el doble que el individuo que no duerme.
La universidad israelí de Tel Aviv realizó un estudio,
dirigido por el psicólogo Avi Sadeh, el cual concluyó que
dormir menos compromete la capacidad del estudiante para
prestar atención y, por tanto, para aprender. El doctor Ronald
Dahl, de la Universidad de Pittsburgh, considera que los
conflictos familiares (discusiones, preocupaciones económicas
o afectivas, enfermedades o muerte) pueden originar problemas
de sueño en los niños. En Argentina se realizó un estudio
sobre 2.500 estudiantes de diferentes ciudades, en el que se
concluyó que la mitad de ellos duerme poco, y eso dificulta su
rendimiento escolar. En EEUU, solo el 20% de los escolares
duerme bien. Para el doctor Juan Andrés Cárdenas, neurólogo y
especialista en somnología, dormir mal empieza a convertirse
en un problema cuando afecta el desempeño diario.
“El
dormir mal a veces no es necesariamente detectado por el
individuo como un problema. La persona puede no darse cuenta
de que está durmiendo mal o que hace algo incorrectamente a
causa del sueño”, agrega.
El especialista refiere que
el estudiante, al no dormir bien, tiene pocas ganas de ir a
estudiar, presenta baja motivación, fatiga y la alteración de
la concentración puede ser tan evidente, que puede que no
recuerde lo que está viendo o estudiando; esto reduce de uno a
dos tercios su capacidad de concentración y aprendizaje.
También se ha determinado que se tiene un aumento sustancial
en la proporción de errores en los exámenes.
“El
estudiante puede pensar que se trata de un problema de
memoria. Puede llegar a deprimirse o estar muy ansioso porque
no rinde en la escuela, y eso a su vez altera más el sueño,
convirtiéndose en un círculo vicioso que termina por llevar al
fracaso escolar”.
Indica el especialista que a su
consulta llegan niños, niñas y adolescentes que han tenido
fracasos escolares atribuidos a problemas de atención o
concentración, pero lo que realmente tienen es algún trastorno
del sueño.
Los niños, niñas y adolescentes con
problemas en el dormir tienden a ser depresivos y ansiosos.
Este último estado se puede manifestar como violencia o
problemas de adaptación.
El ciclo de Morfeo
El sueño es una etapa activa del organismo y está
dividido en un ciclo que comprende dos fases. Una llamada
sueño No REM, la cual se da al inicio del ciclo, y la otra
denominada sueño REM, que se da al final del ciclo.
La
primera, llamada No REM o sueño profundo, se caracteriza por
el casi nulo movimiento ocular, disminución de la temperatura
corporal, descanso del cerebro y reposición de los
neurotransmisores que se han utilizado durante el día. La
segunda etapa se denomina sueño REM o paradójico, se
caracteriza por movimientos oculares rápidos y es muy
importante para consolidar los recuerdos y la liberación de
hormonas de crecimiento.
En los niños, el sueño REM es
una etapa larga en comparación con los adultos. Explica
Cárdenas que, en la primera etapa, el individuo descansa, y en
la siguiente consolida los recuerdos. “El sueño es
indispensable para el proceso de aprendizaje, porque si no
podemos recordar, no podemos aprender”, añade.
En
los niños y niñas
Un niño al nacer tiene 80% de
sueño REM y duerme unas 18 horas al día, por lo que es un
período de gran crecimiento. A los dos meses de edad, el
individuo duerme unas 12 horas y el sueño REM cae a 70%; a los
seis meses, duerme unas 10 horas y 50% de su sueño es REM y el
resto corresponde a sueño No REM; al año de vida, el pequeño
duerme entre ocho y diez horas y tiene 40% de sueño REM y 60%
de sueño No REM.
“Como se puede ver, va disminuyendo
el sueño REM y va aumentando el período de sueño profundo No
REM, porque el niño va creciendo, pero a menos velocidad, y al
mismo tiempo tiene más actividad cerebral que le impone una
hora de descanso”, explica el especialista.
Cuando el
niño o niña está en edad escolar (7 años), duerme unas ocho a
diez horas y tiene 30% de sueño REM. Requiere que el final de
su sueño sea lo más tranquilo posible, porque aquí es donde va
a fijar su memoria, recuerdos y aprendizaje.
“Si no
duerme bien, el niño se sentirá fatigado y tendrá problemas de
concentración y memoria”, destaca Cárdenas.
Los
adolescentes
En la adolescencia se presentan no
solo cambios hormonales, sino que empieza una nueva etapa de
socialización. Comienzan las salidas, llamadas y chateos en
horas de la noche y la madrugada. Esto hace que se retrase la
hora de ir a la cama a descansar y los padres generalmente se
quejan, porque sus hijos se la pasan todo el día durmiendo.
Sin embargo, acota el doctor Cárdenas que ésta es una
fase transitoria, de unos dos años, en la que los y las
adolescentes suelen dormir unas diez horas al día.
“Es
necesario entenderla, porque si se les obliga a mantener su
esquema de sueño infantil, puede que no desarrollen su etapa
de socialización de manera adecuada, pero si se dejan libres
sin ninguna regulación, pueden tener a futuro problemas en
dormirse muy tarde o muy temprano”, agrega el especialista.
En este período de transición, los adolescentes pasan
a tomar el patrón de sueño del adulto, es decir, que empiezan
a dormir unas seis u ocho horas.
Según el
especialista, deben evitar quedarse hasta tarde estudiando,
porque si no duermen bien no van a aprender. “Si no descansan,
su rendimiento estará disminuido. Incluso si se estudió toda
la noche, lo más probable es que al siguiente día no recuerden
mucho o casi nada de lo que estudiaron”.
Si
eventualmente deben hacer un trabajo y el horario se corre,
las horas de sueño que hayan perdido deben recuperarlas en las
siguientes noches y no en las tardes.
La siesta
La siesta es un descanso a media tarde que puede durar
un máximo de 15 minutos, en la que no se puede llegar a
dormir, ya que, si se duerme, se restan horas de sueño
nocturno y se pueden incorporar elementos propios de la noche
al día. Cuando un individuo duerme en la tarde y se levanta a
realizar alguna actividad, el cuerpo debe readaptarse y esto
puede provocar dolores de cabeza, cambios de humor y
dificultad en la concentración.
Causas
Indica el doctor Juan Andrés Cárdenas que la principal
causa de alteración del sueño en los niños y niñas es el
síndrome del toque de queda, en el cual los pequeños y
pequeñas se acuestan a la hora que ellos quieren, porque no
tienen ninguna regla que seguir en casa.
Otro factor
que interrumpe el sueño es el síndrome del niño asmático. Este
síndrome se da en aquellas niñas o niños que han tenido alguna
enfermedad y los padres los sobreprotegen, no los dejan dormir
con la luz apagada, los obligan a dormir en el cuarto de los
padres o están constantemente siendo revisados para ver si
están bien o mal, lo que les produce un mal sueño.
Otros factores que también obstaculizan el sueño
son:
Los ruidos, la temperatura y la luminosidad
de la habitación.
Levantarse temprano para ir a la
escuela o hacer alguna otra tarea.
Tener hijos de
diferentes edades y actividades en la habitación, ya que
alguno puede quedarse despierto y no dejar dormir a los demás.
Tratar de acostumbrar al niño o niña a dormir en
ambientes inadecuados, como por ejemplo con ruido o en
fiestas. El niño o niña en esta situación no duerme, sino que
se encuentra en un estado de subvigilia, en el que no se sigue
el ciclo normal del sueño.
Recomendaciones
Para tener un sueño placentero y reparador se debe
evitar todo elemento o circunstancia que lo interrumpa. Por
ello:
Evite el síndrome del toque de queda en casa.
Ayude a su hijo o hija a organizar un horario en el que pueda
realizar sus tareas, actividades recreativas y la hora de ir a
la cama.
En la habitación, la luz debe ser muy tenue o
tener una completa oscuridad, tranquila, donde no se presenten
ruidos y con una temperatura entre los 21° y 22° centígrados.
Evite que sus hijos o hijas se duerman a altas horas
de la noche, y si lo hacen, cuide que recuperen las horas
perdidas las siguientes noches.
Si los niños mayores
de 8 años quieren descansar, pídales que hagan la siesta. En
los niños menores de esa edad se sugiere que duerman una o dos
horas en la tarde.
Los estudiantes deben evitar
consumir cualquier estimulante para estar despiertos, ya que
esto sólo provoca que se mantenga activo el sistema nervioso
de forma artificial. Tarde o temprano el cuerpo reclamará sus
horas de sueño, lo que puede traer como consecuencia el
trastoque de su ciclo.
El doctor Cárdenas indica que
toda situación que retrase las horas de dormir debe ser tomada
como un hecho aislado o un accidente. “No pueden forzar el
sueño de lunes a viernes para recuperarlo los fines de semana,
porque a la larga se convertirán en personas insomnes”.
Los pequeños y pequeñas pueden tomar un baño caliente
antes de ir a la cama. Esto hará que suba la temperatura y el
cuerpo pida dormir para bajarla.
Evite ingerir
alimentos tres horas antes de ir a la cama, ya que esto
provoca que el sueño no sea reparador e, incluso, puede causar
indigestión. |