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El derecho al silencio
Por Margarita Carmona


[07.03.2007]- Actualización 12:15 pm de Cuba

La Organización Mundial de la Salud califica con una frase lapidaria que ruido es todo sonido que moleste.

El ruido, ese mal que parece decidido a afincarse en el siglo XXI, es una incomodidad muy vieja.

SilencioSegún el presidente de la organización española Juristas contra el Ruido, Lluis Gallardo, ya los antiguos romanos tenían leyes contra escándalos y molestias.

Aunque lejanos en el tiempo, tuvieron la visión de prohibir la circulación de carruajes dentro de los asentamientos humanos. Otra nota muy acorde con sus días fue la regulación que existió a principios del siglo XIX en Europa, mediante la cual estaba absolutamente vedado que los maridos pegaran a sus mujeres después de las 10 de la noche, para no molestar a sus vecinos.

Está visto que los seres humanos comenzamos a hacer bulla desde que nos bajamos del árbol, aun con forma de monos.

Los estudiosos del tema han demostrado que el ruido nos produce entre otros males: agravamiento de las enfermedades cardiovasculares, eleva el colesterol, insomnio, fatiga, falta de concentración y sordera a corto, mediano o largo plazo.

El sonido aceptable para el oído humano es el inferior a los 30 decibelios, y para entenderlo mejor, digamos que la arrancada de un ómnibus pude superar los 85.

Algunos sonidos no tienen que ser necesariamente altos para molestar. El ronroneo de un aire acondicionado, o el de la computadora, al que nos acostumbramos porque lo creemos imposible de controlar, también daña. Decimos muy seguros que con esos ruiditos imperceptibles dormimos bien, pero OJO, el cerebro sigue captándolos y en realidad no descansamos.

En Cuba, para proteger a la población contra el dañino ruido existe la Ley 81 97 del Medio Ambiente que en su precepto 147 señala que está prohibido emitir, verter o descargar sustancias o disponer desechos, producir sonidos, ruidos, olores, vibraciones y otros factores físicos que afecten o puedan afectar a la salud humana o dañar la calidad de vida de la población.

Y para que nos quede claro el daño que puede provocar el ruido la ley menciona las siguientes: interferencias en la comunicación hablada, problemas de equilibrio, cefalea, hipertensión, perturbaciones en la atención, afecciones de la voz y estrés. Por si fuera poco, como una limita sorda, el ruido alto o en forma de zumbido nos cambia el carácter y la conducta acompañados de mal humor y además, se presentan disfunciones digestivas.

La agresión contra nuestros oídos nos llega del vecino que impone sus gustos musicales, de quienes caminando por la calle necesitan transmitir a todo el mundo sepa lo que piensa de algunas cosas y lo gritan.
Nos invaden también cuando al entrar a un establecimiento público algún entusiasta coloca varios bafles para hacernos sentir que en ese lugar hay una alegría tremenda. No son pocas las obras musicales que pierden su objetivo al ser amplificadas sin control por parte de sonidistas de lugares públicos, quienes además imponen sus preferencias sin adecuar la música a las características de los espacios o el momento.

Los ciudadanos tienen derecho a denunciar esta agresión al entorno y a la salud, en los Ministerios de Salud Pública y el de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente. Las quejas contra los violadores de la ley se ventilan en la Sala de lo Económico de los Tribunales Provinciales Populares. Ya sean contra un privado o contra una entidad estatal. Pero eso es justamente lo que pocos hacemos.

A veces por desconocimiento de la ley seguimos soportando el escándalo callejero y como si fuera un mal inevitable, nos tapamos los oídos cuando instalan sin que medie ni un poquito de sentido común, una discoteca sobre, debajo o al lado de nuestras casas.

Una moda que algunos practican es la de escuchar por la calle música tan alta, que llega a cuantos van a su lado. Los padres deberían saber que con solamente 28 segundos de audición diaria al máximo nivel 115, los daños en la audición son irreversibles. Dicho más sencillo, los muchachos se van a quedar sordos.

Escuchar música es un derecho. Gritar también. Quedarnos sordos por culpa de la desidia, la ignorancia o la arrogancia, no. Tabla de valores sobre el daño del ruido: A partir de 30 decibelios, se empieza a sentir dificultad en conciliar y pérdida de calidad del sueño.

A partir de 40, dificultad en la comunicación verbal.

A partir de 45, probable interrupción del sueño.

De 50, malestar diurno moderado.

55, malestar diurno fuerte.

65, comunicación verbal extremadamente difícil.

75, pérdida de oído a largo plazo. 110 -140, pérdida de oído a corto lazo.

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