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Medio ambiente
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 |  Contaminación acústica El ruido, un auténtico problema de salud
pública
 El tratamiento del ruido
(“conjunto de fenómenos vibratorios aéreos que, percibidos por el sistema
auditivo, puede originar molestias o lesiones de oído”, según los
especialistas) como un contaminante ha adolecido desde siempre de muchas
lagunas legales.
La primera declaración internacional que contempló las consecuencias
del ruido se remonta a 1972, cuando la Organización Mundial de la Salud
(OMS) decidió catalogarlo genéricamente como un tipo más de contaminación.
Siete años después, la Conferencia de Estocolmo clasificaba al ruido como
un contaminante específico.
Aquellas primeras disposiciones oficiales fueron ratificadas
posteriormente por la entonces emergente CEE, que requirió a los países
miembros un esfuerzo para regular legalmente la contaminación acústica.
Más tarde, un informe publicado en 1990 presentaba a España como el
segundo país con mayor índice de ruidos del mundo después de Japón, y
estimaba que el 74% de la población estaba sometida a niveles superiores a
los tolerables.
Pero, ¿de dónde viene el ruido?
Las fuentes generadoras de ruido son muy diversas, desde las obras de
construcción o las fábricas industriales y locales musicales, pasando por
los animales y personas, los aviones o ciertos fenómenos meteorológicos.
Pero, sin duda, el tráfico se ha convertido hoy en uno de las principales
focos de ruido. El espectacular aumento del parque automovilístico español
(tenemos un vehículo por cada tres habitantes, trece veces más que hace
tan sólo 35 años) ha convertido al coche en el factor de degradación
acústica más importante en nuestras ciudades, hasta el punto de deteriorar
la calidad de vida urbana.
La UE constata en sus informes que la cuarta parte de la población
comunitaria se expone a niveles de ruido superiores al límite de
tolerancia, 65 decibelios (dB). Como referente, sirva reseñar que en una
conversación normal se registran entre 50 dB y 60 dB, mientras que en una
calle con mucho tráfico hay 70 dB. Por otra parte, se sabe que casi la
mitad de las ciudades españolas con una población de 100.00 a 500.000
habitantes sufren acusadamente de este mal de nuestro tiempo: la
contaminación acústica. Nos encontramos ante un problema de salud pública:
está científicamente demostrado que los sonidos inarticulados (no otra
cosa es el ruido) pueden ocasionar estados de estrés y reacciones
fisiológicas (problemas vasculares, por ejemplo) y psicológicas (déficit
de atención, ansiedad o alteraciones del sueño). El ruido también puede
propiciar cambios de conducta (irritabilidad o agresividad), dolores de
cabeza o incluso aumento de la tensión y del sentimiento de indefensión.
No obstante, el sueño, la atención y la percepción del lenguaje hablado
son las actividades más perjudicadas. El sueño se altera a partir de 45 dB
(equivale al fondo sonoro de una calle residencial sin tráfico rodado, en
horario diurno). Y quien sufre alteraciones del sueño puede padecer
efectos como la sensación de cansancio, el bajo rendimiento académico o
profesional o los cambios de humor. De ahí la conveniencia de que durante
las horas de descanso nocturno disfrutemos de ese silencio que evita las
interrumpciones del sueño.
¿Se puede controlar el ruido?
Los métodos para contrarrestar los sonidos excesivos se clasifican en
activos y pasivos (los más desarrollados) y actúan sobre la fuente que los
produce. Es conocida la eficacia de métodos pasivos como los absorbentes
superficiales (pantallas acústicas), silenciadores reactivos, materiales
porosos, soportes antivibratorios o resonadores.
Estas técnicas responden a un planteamiento defensivo, lo que limita su
efectividad última, y un ejemplo de ello lo encontramos en la arquitectura
(sólo se insonorizan teatros, cines y auditorios) y en la planificación
urbana. Esta última abarca aspectos tan determinantes como el tipo de
construcción de la calzada, cuya calidad incide en los niveles de ruido
producido por el rozamiento de los vehículos, que pueden ser incluso
superiores a las vibraciones del motor del coche.
Mapa acústico de las ciudades
Una primera acción para mejorar esta incorrecta planificación sería la
de elaborar un mapa acústico (medida y análisis de los niveles sonoros de
diversos puntos de la ciudad), centrándose en el tráfico rodado pero sin
olvidar otros emisores de ruido. A partir del estudio, se podrían adoptar
medidas defensivas -el control del ruido en los ciclomotores, sin ir más
lejos-, y preventivas, contempladas a medio o largo plazo en función de la
planificación urbanística de la ciudad.
En cualquier caso, también nosotros, los usuarios, podemos contribuir a
que disminuya la contaminación acústica. Ello requiere nuestra implicación
en evitar la producción de ruido, por un lado, y en llamar la atención a
quien lo favorezca innecesaria o excesivamente , por otro.
Cómo evitar el ruido en el tráfico |
- Realice un buen mantenimiento de su vehículo, con especial
hincapié en el silenciador. Además, una presión correcta en las
ruedas evita ruidos y vibraciones no deseadas.
- A mayor velocidad, mayor ruido. Respete los límites. Cuando
circulamos por calles estrechas, el ruido se multiplica, por tanto
reduzcamos la velocidad.
- Evite acelerones y frenazos bruscos en los semáforos.
- Utilice el claxon sólo cuando sea necesario o en caso de
emergencia.
- Detenga el motor en atascos o paradas.
- Haga uso de los transportes públicos siempre que pueda.
- Utilice la bicicleta o sencillamente intente ir a pie. Es más
sano, más barato y no contamina.
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- Entre 10 y 30 dB, se considera muy bajo. Es el típico de una
biblioteca.
- Entre 30 y 55 dB, el nivel es bajo. Con la ventana cerrada, el
sonido de una calle animada puede alcanzar hasta 55 dB. Un
ordenador personal genera 40 dB.
- A partir de 55 dB y hasta los 75 dB, el nivel se considera
ruidoso. Los 65 dB se consiguen con un aspirador, un televisor con
volumen alto o un radio despertador. Un camión de la basura
provoca 75 dB.
- El ruido fuerte se alcanza entre 75 dB y 100 dB. En un atasco,
se llega hasta los 90 dB.
- A partir de 100 dB, estamos ante un ruido intolerable. Es
propio de una discusión a gritos, la pista de baile de una
discoteca o de una vivienda muy próxima a un aeropuerto.
- Y a partir de 120 dB, se genera daño al oído. Para hacernos a
una idea, vaya este dato: 140 dB de ruido equivalen a lo que se
percibe cuando uno se encuentra a sólo 25 metros de un avión que
despega.
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