LA SITUACIÓN Barcelona, en un mar de ruidos
Afecta al orden público por ser una
agresión física directa que atenta contra los derechos
fundamentales de sus víctimas |
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Los operarios de los camiones de basura no
pueden usar casco de protección contra el ruido por
cuestión de imagen |
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LEONOR PÉREZ
ZAFÓN - 16/10/2005
Los barceloneses
vivimos inmersos en un mar de ruidos, omnipresentes día y noche en
nuestra vida cotidiana. El ruido ha sido siempre muy valorado como
fenómeno consustancial al progreso: una ciudad ruidosa es
mayoritariamente considerada dinámica, moderna y viva. Por fortuna,
los diversos movimientos vecinales han conseguido iniciar el proceso
de concienciación contra el ruido. Desgraciadamente, no hemos ido
más allá de este primer paso: reconocer el ruido como fuente
importante de contaminación y aceptar que sus consecuencias son
nefastas para la sociedad a medio y largo plazo. Todavía hay muchos
tópicos por desmontar.
No es cierto que todas las grandes
ciudades sufran niveles elevados de ruido. Por el contrario, en
nuestro continente europeo, cuanto más nivel cultural, progreso y
calidad de vida, menos contaminación acústica hay en las ciudades, y
más medidas se toman para garantizar protección contra la agresión
acústica.
Tampoco es conveniente considerar la contaminación
acústica meramente como un problema medioambiental. El ruido, como
otras fuentes de contaminación que inciden directamente en nuestra
salud mental y física, debería ser responsabilidad del ámbito de
salud pública, priorizando las actuaciones destinadas a su
erradicación. Pero también afecta al orden público, por el hecho de
ser una agresión física directa que atenta contra los derechos
fundamentales de sus víctimas: invade la intimidad de su hogar y
dificulta o impide el descanso.
La inercia de las propias
ciudades y la desidia de sus responsables políticos han hecho de la
contaminación acústica un fenómeno exponencialmente creciente en el
tiempo, que afecta cada vez a mayor número de ciudadanos. Según el
CIS, el porcentaje de población preocupada por el ruido ha aumentado
más del 90% en cuatro años (de 1996 al año 2000). La sensibilidad
del ciudadano hacia el ruido también se ha incrementado, como
consecuencia lógica de la exposición sistemática que sufrimos. Un
ejemplo gráfico y contundente: a medida que nuestro cráneo recibe de
forma ininterrumpida una gota de agua tras otra, la acción del agua
pasa de ser una molestia insignificante a convertirse en una
sofisticada tortura física y psicológica. El efecto acumulativo
determina la gravedad de las consecuencias de salud provocadas.
Son muchos los estudios científicos que corroboran los
perjuicios causados por el ruido, la lista de síntomas es larga.
Incluso se ha demostrado que los efectos se dan independientemente
del grado de conciencia de la víctima: un ciudadano que puede dormir
a pesar del ruido ambiental que perturba a sus vecinos sufre
igualmente las consecuencias físicas de la agresión, como
demostraría un encefalograma o un electromiógrafo. Así pues, la
contaminación acústica causa más trastornos de salud que muchos de
los virus conocidos. Es urgente plantear medidas preventivas.
Otro aspecto importante de los efectos de la contaminación
acústica es el que se refiere a las modificaciones de comportamiento
que provoca, a veces incluso de forma inconsciente: agresividad,
agitación, tendencia al aislamiento, dificultades de relación,
dificultades de aprendizaje y concentración, entre otros. Un
experimento práctico demostró que con niveles de ruido ambiental
altos, la tendencia natural a ayudarse mutuamente de un grupo de
personas disminuía o hasta desaparecía.
Barcelona es una
ciudad maravillosa, que enamora a sus visitantes extranjeros, pero
cada vez resulta más imposible disfrutar de calidad de vida si vives
en ella. Los barceloneses sufrimos más que nunca las fuentes de
ruido de siempre a las que, en los últimos años, todavía se han
añadido algunas nuevas. Mientras la OCDE aconseja no superar los 45
dBA en el exterior de nuestros dormitorios, el mapa sónico de
Barcelona (1997) refleja que el 99% de la superficie viaria de la
ciudad supera los 45 dBA en periodo nocturno.
El ruido
producido por el tráfico es el más reconocido oficialmente, y el
tráfico empeora año tras año. Los autobuses y camiones de re-cogida
de basuras han mejorado para hacerse más ecológicos, pero mantienen
los mismos niveles de contaminación acústica. El sistema de recogida
neumática incrementa todavía más el ruido, atentando incluso contra
los propios operarios, que no pueden usar casco de protección por
cuestiones de imagen. Continuamos con servicios de emergencia que
utilizan mecanismos tan arcaicos como las aturdidoras sirenas,
teniendo la posibilidad de coordinar semáforos para abrirles paso.
La Guardia Urbana hace campañas de control de vehículos
ruidosos una o dos veces al año, y la prensa comunica el inicio y
duración de éstas. En la última campaña, más del 70% de los
vehículos inspeccionados fueron denunciados por superar los niveles
máximos de ruido y, de estos, un 74% eran motos. ¿Cómo es posible
que, a pesar de ser avisados por la prensa, hubiera tantos
infractores?
Añadamos las obras, fiestas, conciertos y
actuaciones diversas, aparatos de aire acondicionado,
comportamientos incívicos de los propios vecinos o de los
transeúntes, pubs musicales, bares y terrazas... Y aquí no acabamos.
Siempre van surgiendo fuentes nuevas: el botellón,amenizado
por lateros que ofrecen mercancía; el fenómeno skater
que cada vez cuenta con más plazas duras; el helicóptero
turístico, que aturde a los que habitan bajo su ruta aérea. En
Barcelona todo está permitido... Hay normativas que, en teoría,
garantizan el correcto aislamiento acústico de las nuevas
construcciones, pero según investigaciones del Colegio Oficial de
Ingenieros Técnicos de Telecomunicaciones, el 75% de los pisos
nuevos de Barcelona no están suficientemente protegidos del ruido
porque la normativa no se ha planteado correctamente.
Para
encarar la magnitud real del problema se requieren planteamientos
serios. El municipio debería buscar el asesoramiento de técnicos
cualificados, que no faltan en Catalunya, para hacer un buen
diagnóstico y estudiar soluciones viables y efectivas. Todos
saldríamos ganando.
L.
PÉREZ, vicepresidenta de la Associació Catalana contra la Contaminació
Acústica (Accca)
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