Hace muy
pocos días apareció en la prensa una noticia que tiene gran
importancia y no es posible quedarse callado porque afecta la
salud de los colimenses. Tiene que ver con la contaminación
por ruido. Se hablaba de cientos de niños que tienen problemas
auditivos, algunos severos, que fueron detectados en diversas
escuelas después de habérseles hecho un examen a propósito.
Faltaría hacer otra investigación que cubriera a los jóvenes,
en donde según mi opinión, se encuentra ya el problema
establecido, por no hablar de los padres de esos jóvenes y
niños. Todo este asunto puede ser
percibido con gran facilidad si ponemos un poco de atención,
basta con ser conscientes de lo fuerte del volumen con que se
escucha música, en casa, en el auto, en el dispositivo
portátil que se ajusta a las orejas mediante pequeños
audífonos. Esta forma de oír -que no de escuchar- se vuelve
sumamente nociva. El oído humano está diseñado para percibir
hasta ciertos niveles por arriba y por debajo de las
frecuencias que existen, y también hasta cierto volumen
(decibeles); cuando estos niveles se rebasan, y se vuelve
constante el oír música o el radio o la TV con demasiado
volumen, la audición empieza a ser afectada y decrece la
capacidad de captar los sonidos agudos, o los graves o ambos,
y sobre todo ya no percibir sonidos, a menos que sean cada vez
más fuertes; se va perdiendo el sentido del
oído. Poner remedio a este asunto es
algo que nos toca a todos hacer, cuando decidimos hacer una
reunión, debemos tener presente que tenemos vecinos que no
están de fiesta ni tienen por qué escuchar obligadamente la
música que nosotros escogimos para nuestra reunión, por simple
cuestión de respeto y de buena vecindad, por educación mínima
vaya, además de que es importante que sepamos que se están
violando reglamentos, que contemplan el volumen (decibeles)
que no debe ser superado, y que si constituye una molestia
para otros, éstos tienen el derecho a llamar a la policía para
que pongan orden. El problema está primero, en que no hay
respeto por parte de quienes ponen la pretendida “música” a
todo volumen y después en los que prefieren pasarla muy mal y
a veces no poder descansar antes que “quedar mal” con sus
vecinos. Cuestión de enfoque. No se trata de pleitos, sino del
derecho que todos tenemos de descansar dentro de nuestras
casas. El hecho de que la “música” que llega de fuera se meta
a nuestra habitación y no nos deje descansar, o a nuestro
lugar de descanso y no nos permita oír nuestra propia
selección de música, o compartir con nuestra familia sin tener
que levantar la voz, debería ser reflexión suficiente como
para poner un alto al abuso que constituye que alguien se
“divierta” a costa de la incomodidad y a veces desvelo de
otros. Igualmente para todos aquellos que piensan que llevar a
todo volumen aquello que oyen en sus automóviles es algo que
los distingue positivamente. En realidad quedan como lo que
son, abusivos a los que nadie detiene y mucho menos la
autoridad. Quedarse sordas es lo que
les sucede a estas personas que han elegido el súper-volumen
como algo natural, y aceptado socialmente, porque es
precisamente en su hogares y escuelas donde se da y recibe
dicho aprendizaje, baste con pasar por cualquier escuela en la
que se esté dando instrucciones o celebrando un festival.
Hasta en las fiestas de los más pequeñines escuchamos las
canciones infantiles a todo volumen. Así que depende de los
mayores, de nosotros todos hacer campaña en contra del ruido,
de la música a todo volumen, de los escapes abiertos, del
ruido que sale de negocios en las calles, de los gritos en
lugar de voces para hablar si queremos que la próxima
generación que tome las riendas de nuestro estado no tenga que
usar aparatos o prótesis para poder oír.
Imitar a otras culturas sólo por la
moda que llegó aquí, no es signo de cultura, sino de
retroceso. Contra la naturaleza no valen las modas, se
deteriora y con ella todos. Con el oído deteriorado se hace un
daño permanente a los que así han aprendido a oír. Los demás
no tienen la culpa de su mal gusto, ni de su afición a modas
destructivas. Por el bien de todos ¡bajemos el
volumen!.
Version para
imprimir
|