Metro, anuncios y voz
QUE LA EMPRESA pública ponga anuncios
sonoros a costa de molestar a sus pasajeros no es de
recibo |
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EULÀLIA
SOLÉ - 17/09/2004
A unque me habían llegado
referencias al respecto no había tenido ocasión de comprobarlo,
hasta que hace unos días lo experimenté por mí misma. En la estación
de metro de Diagonal, en Barcelona, se emiten anuncios sonoros desde
un televisor. Cuando los pasajeros llegan al andén, se encuentran
con la agresión de una voz que no han buscado y que no pueden
eludir.
La imagen por sí sola, pese a que también se
introduce en un terreno privado sin pedir permiso, puede ser
obviada, mas no ocurre así con el sonido. El pasajero que desea leer
mientras aguarda el convoy, hablar tranquilamente con su acompañante
o simplemente aguardar sumergido en sus pensamientos se ve asaltado
por una publicidad que sus oídos no pueden vetar. Aunque deje de
mirarla, seguirá oyéndola, sucumbiendo así a lo que, sin que les
asista el menor derecho, pretenden los entrometidos.
¿Desde
cuándo el viajero que ya paga por su billete ha de verse sometido al
bombardeo de la publicidad? En su casa tiene la potestad de librarse
si lo desea de los anuncios del televisor, la radio o la prensa,
acción que no le resulta factible como usuario del metro. Ni
siquiera las empresas privadas de transporte se atreven a tanto,
puesto que conceden al cliente la opción de disfrutar o no de
películas por medio de auriculares. Un respeto hacia la
independencia de cada cual que una compañía de servicio público se
permite ignorar.
Sobre esto mismo escribí hace diez años
ante el ensayo de introducir televisores en los autobuses con
idéntico fin que los actuales en el metro. Por aquel entonces se
armó un auténtico revuelo ciudadano en contra de tamaño ataque a la
libertad personal; unas protestas populares a las que se sumaron las
de algunos articulistas como yo misma, y logramos entre todos
disuadir a la compañía de proseguir con el intento.
Desconozco cuánto tiempo lleva funcionando la aberración de
la estación de Diagonal ni si también se halla presente en otras. En
todo caso, cabe columbrar que se trata de un tanteo para ver cómo
responden los usuarios. Es posible que una parte de las personas que
se sienten molestas por la injerencia adopten una actitud de
resignación; sin embargo, otras ya están alzando su voz para
neutralizar las voces que pretenden imponerles. Transports
Metropolitans de Barcelona ha de saber, no debería ser necesario
hacérselo patente, que no está tratando con criaturas, con
ciudadanos sin criterio propio dispuestos a tragar lo que les den.
Que la empresa pública pretenda hacerse con unos ingresos por
publicidad a costa de interferir en la libertad personal de sus
pasajeros no es de recibo. No lo era en 1994 cuando abordaron la
misma tentativa en los autobu-ses; no lo es actualmente, ni en la
superficie ni en el transporte subterráneo.
Quizás esperen
más signos de protesta para poner fin a la manipulación, los cuales
surgirán por parte de otras muchas personas, más allá de estas
líneas. El papel de compradores que abusivamente intentan asignarnos
tiene límites. Entre ellos, el de poder estar en un andén prestando
atención a nuestro alrededor de forma natural o leyendo el
periódico, revista o libro que hemos elegido, libres de las voces
que nos ordenan consumir.
E. SOLÉ, socióloga y
escritora |