El ruido es estresante y reduce
la concentración, la productividad y el bienestar. Además, dificulta
la comunicación y el aprendizaje y, en el peor de los casos, puede
provocar la pérdida de audición e incluso problemas cardíacos
relacionados con el estrés. Según la Organización Mundial de la
Salud, los problemas auditivos causados por el ruido son el riesgo
más habitual e irreversible, y se estima que 120 millones de
personas de todo el mundo tienen problemas de audición que les
discapacitan. Hay que subrayar que con tan sólo 30 decibelios de
ruido ya pueden dificultar el sueño, cifra fácilmente superable en
bares, discotecas o en el tráfico urbano. Puesto que el nivel de
presión sonora del habla normal es de aproximadamente 50 decibelios,
los ruidos con niveles sonoros de 35 decibelios o más interfieren en
el entendimiento del habla en habitaciones o lugares pequeños. En el
caso de los grupos vulnerables, son necesarios niveles sonoros de
fondo incluso inferiores para un adecuado entendimiento del
habla.
La incapacidad de comprender el habla tiene como
resultado un gran número de perjuicios personales y de cambios de
comportamiento. Son especialmente vulnerables las personas con
problemas auditivos, los ancianos, los niños en proceso de
desarrollo del lenguaje y que están aprendiendo a leer, y los
individuos que no están familiarizados con el lenguaje hablado. El
uso muy extendido de materiales de construcción con un alto poder de
reflexión del ruido en la arquitectura moderna está provocando cada
vez más problemas relacionados con el ruido en el interior de los
edificios. Diversos materiales, como la lana de roca, se utilizan
para reducir el ruido procedente de máquinas o de las actividades de
las personas, y proporcionan unas condiciones en los espacios que
permiten una conversación normal.
En el interior de los
edificios, la media máxima recomendada de ruido de fondo es de 35
decibelios, sin embargo, en la práctica muchos inquilinos sufren
niveles de ruido muy superiores. En algunos lugares de trabajo, ni
siquiera se respeta el límite máximo de exposición al ruido en el
ámbito laboral, que es de entre 80 y 85 decibelios. La realidad es
que en muchos jardines de infancia, locales públicos, bares y
discotecas el nivel de absorción del ruido de los materiales es muy
bajo, con los problemas que ello conlleva.