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Ciudadanos contra el
ruido
Estrés,
insomnio, problemas de aprendizaje, dolencias cardiacas…
Son algunos de los males asociados al ruido, junto a una
pérdida de calidad de vida que aumenta conforme crece el
desarrollo urbano.
Por Ovidio Otxoa
Los que
viven en un entorno urbano soportan una amplia gama de
sonidos durante el día en lugares como galerías
comerciales, escuelas, el lugar de trabajo, centros de
ocio o en casa. Incluso algunos establecimientos antes
silenciosos sufren actualmente la contaminación
acústica. De hecho, hoy es difícil escapar del ruido. Es
un problema –la contaminación acústica– que tiene por
causa el gran crecimiento de la población, la pérdida de
territorio rural y el aumento de las ciudades. Otras
causas son la falta de una regulación adecuada contra el
ruido en muchos lugares, la naturaleza electrónica de
nuestra era, que favorece el uso de muchos aparatos
ruidosos, y el aumento de vehículos en las carreteras y
el incremento de la actividad de los aeropuertos. De
hecho, la Agencia para la Protección del Medio Ambiente
de EEUU (EPA) identificó hace ya tiempo el transporte
–los vehículos de pasajeros, trenes, autobuses,
motocicletas, camiones medianos y pesados y aviones–
como una de las fuentes de ruido exterior más
extendidas. Sin embargo, poco se ha hecho desde entonces
para remediarlo. Para empezar, aún no se tiene una
definición aceptada por todos de lo que es «ruido».
Algunos expertos dicen que es simplemente «sonido no
deseado», pero lo que puede ser no deseado para una
persona puede ser agradable o incluso esencial para otra
–pensemos en los altavoces de gran potencia o en los
equipos de música de los coches–. La intensidad del
sonido se mide en decibelios (dB); el dB con ponderación
A (dBA) se usa para indicar cómo oímos los humanos un
sonido determinado. Los 0 dBA indican el punto en el que
se considera que una persona empieza a oír el sonido. Un
susurro a un metro equivale a 30 dBA, una autopista
cargada a 17 metros da unos 80 dBA y una sierra mecánica
puede suponer 110 dBA para quien la opera. Sin
protección auditiva, incluso una breve exposición a
niveles de sonido de más de 120 dBA puede provocar dolor
físico (Ver el recuadro «El dañino efecto en la salud»).
De hecho, cada vez se emplea más el término «ruido
de segunda mano» para describir el ruido que afecta a
personas que no lo han producido. Los activistas
antirruido aseguran que su efecto sobre las personas es
similar al del humo de los fumadores. «El ruido de
segunda mano es un asunto de salud pública –afirma
Les Blomberg, director ejecutivo de The Noise Pollution
Clearinghouse, grupo antirruido con sede en Montpelier
(Vermont, EEUU)–. Al igual que el humo de segunda
mano, va a parar al medio sin el consentimiento de los
afectados y tiene efectos que éstos no pueden
controlar». El ruido de segunda mano también
puede tener un efecto negativo en el lugar de trabajo.
«Los obreros de la construcción están expuestos al
ruido no sólo por lo que están haciendo, sino también
por lo que ocurre a su alrededor –plantea Rick
Neitzel, director de comunicaciones de la Asociación
Nacional para la Conservación de la Audición de EEUU–.
Los electricistas, por ejemplo, tienen fama de ser un
gremio silencioso, pero si trabajan todo el día cerca de
un obrero con un martillo neumático, eso les va a
producir un efecto perjudicial». Incluso sin
considerar el ruido generado por otras personas, en el
propio hogar abundan herramientas y utensilios que
pueden producir niveles de sonido dañinos. Basta tener
en cuenta que los lavavajillas, las aspiradoras y los
secadores pueden alcanzar o superar los 90 dBA.
Rodeados de sonidos molestos
La sociedad industrializada moderna promueve formas
de ocio e instalaciones deportivas con sus altavoces,
«equipos personales», cines con sensurround,
anuncios de televisión a gran volumen y anuncios aún más
altos en los estadios deportivos, abarrotados de
ruidosos seguidores. Los coches equipados con potentes
equipos de sonido –que suelen tener el volumen y el
nivel de los bajos anormalmente altos y las ventanillas
bajadas– pueden alcanzar los 140-150 dBA. Según las
estadísticas de la organización antirruido Noise Free
America, escuchar música a un nivel de 150 dBA es como
ponerse junto a un Boeing 747 con los motores a máxima
potencia. Ni siquiera el campo se libra de la
contaminación acústica. En Estados Unidos, único país
del que tengamos constancia que se ha hecho un estudio
sobre el tema, hasta el 75% de los granjeros tiene algún
problema auditivo, debido sobre todo a una exposición
prolongada a maquinaria ruidosa, según el Centro de
Medicina y Salud Rural de Cooperstown. En Japón, uno
de los países junto con España con mayor contaminación
acústica del mundo, el volumen de los mensajes de
megafonía y otras formas de ruidos urbanos han obligado
a muchos habitantes de Tokio a llevar tapones por la
calle. En Europa, el 65% de la población está expuesta a
sonidos ambientales de más de 55 dBA, mientras que el
17% aproximadamente está expuesto a niveles de más de 65
dBA, según el Departamento Europeo de Salud Ambiental.
«Los problemas de ruido asociados a los aviones
se concentran en comunidades cercanas a los aeropuertos,
mientras que las autopistas o los trenes de alta
velocidad pueden afectar a los que vivan junto al
trazado día tras día,» observa Ken Hume, profesor
titular de fisiología humana de la Manchester
Metropolitan University (Reino Unido). Y es que el
ruido se encuentra en todas partes y los expertos no
esperan que se produzcan reducciones de los niveles
sonoros, dado el gran impacto que tiene la tecnología en
la vida moderna. «En las últimas tres décadas hemos
construido aparatos cada vez más ruidosos que no están
sujetos a ninguna norma –explica Blomberg–.
Pensemos en ello. La alarma del coche es un invento
de los años setenta. Los equipos de música que tenemos
en el coche tienen mucha más potencia que el sistema de
sonido que usaban los Beatles en sus conciertos en los
años sesenta. Lo único que tenían eran altavoces de 300
amperios».
Vivir cerca de
aeropuertos En todo el mundo, los aeropuertos
se han convertido en una causa destacada de la
frustración generada por la contaminación acústica. En
septiembre de 2002 el aeropuerto de Frankfurt, en
Alemania, recibió 56.330 reclamaciones relacionadas con
el ruido, un 30% más que el mismo mes del año 2001. Ese
mismo año, los vecinos que vivían cerca de un aeropuerto
provincial próximo a Londres enviaron 100 quejas diarias
en contra de la propuesta de crear tres nuevas pistas.
En España, los aeropuertos provocaron el 10,2% de
las quejas recibidas por ruido por el Defensor del
Pueblo, según el informe hecho público meses atrás por
su oficina sobre este tema. Un ejemplo es la tercera
pista abierta en el aeropuerto de El Prat, en Barcelona.
Ha ocasionado tales molestias que los vecinos de las
localidades afectadas han estado varios meses
manifestándose, cortando el tráfico de las carreteras e
invadiendo las terminales con coches. Una historia que
conocen bien los vecinos de Torrejón o los de otras
localidades vecinas a aeropuertos. El mencionado
informe del Defensor del Pueblo es importante porque
pone al descubierto el desconcierto administrativo y
legal que hay en nuestro país. Las tres Administraciones
–local, autonómica y central– se han pasado la pelota de
la responsabilidad por la contaminación acústica de los
aeropuertos; unas, por autorizar la urbanización de
áreas cercanas a ellos; otras, por no limitar legal y
adecuadamente el ruido de los aeropuertos; y todas,
amparándose en vacíos legales. Un vacío que no es tal,
según el Defensor del Pueblo, y que en todo caso debería
ser historia después de la ley del Ruido aprobada en el
2003. Pero sólo su desarrollo permitirá ver hasta qué
punto es efectiva y saber si realmente el problema era
ése o la falta de voluntad de todos los agentes
políticos.
Iniciativas para
paliarlo El ruido ha penetrado en nuestra
sociedad incluso en los ámbitos en los que el silencio y
la tranquilidad son requisitos esenciales, como los
recintos hospitalarios. Un estudio de la célebre Clínica
Mayo (Rochester, EEUU) publicado en el número de febrero
de 2004 de la revista American Journal of Nursing
demostró que los niveles máximos de ruido durante el
cambio de turno de la mañana de la clínica eran
comparables al del sonido de un martillo neumático. El
estudio también señalaba que con unos sencillos cambios
–por ejemplo, guardando los informes en una sala cerrada
a la hora del cambio de turno (en vez de en el puesto de
enfermeros) y sustituyendo los dispensadores de papel
secante para las manos en los baños por modelos más
silenciosos– podrían reducirse los niveles máximos de
ruido en un 80%. Del mismo modo, el pitido de los
buscapersonas, que pueden alcanzar los 80 dBA, inspiró a
los responsables del hospital Woodwinds Health Campus,
de Woodbury (Minnesota, EEUU), para dotar las
instalaciones con un sensor localizador del personal y
un sistema de indicadores visuales, entre otros
elementos reductores del ruido. De este modo se puede
localizar a una persona en cualquier parte del campus de
Woodwinds sin usar un buscapersonas. «Hemos
desarrollado un enfoque innovador para la reducción del
ruido en nuestro hospital potenciando a la vez un
entorno sano», explica Cindy Bultena, directora
ejecutiva de coordinación de recursos sanitarios y
clínicos de Woodwinds–. «Nuestro cambio parece
bastante sencillo, pero es realmente radical para un
hospital». Librando a sus pacientes y empleados
de la presión de los decibelios, instalaciones como
Woodwinds o la Clínica Mayo han conseguido una pequeña
victoria en la batalla que libramos contra la
contaminación acústica. Además, su iniciativa demuestra
que, dado el amplio alcance y los efectos nocivos del
ruido, los gobiernos, las comunidades y las
organizaciones de todo el mundo tendrán que tratar de
forma creativa y agresiva lo que sin duda será durante
mucho tiempo uno de los temas de salud medioambiental
más importantes del siglo XXI.
Ley
contra el ruido En este sentido, son
interesantes las iniciativas que está intentando llevar
a los tribunales a los fabricantes de los equipos de
gran potencia para coches. Ted Rueter, director de Noise
Free America y profesor adjunto de ciencias políticas en
la DePauw University de Greencastle (Indiana, EEUU),
explica que un miembro del grupo ha escrito un informe
sobre el tema y que ha contactado con diversos despachos
de abogados para pedirles que los representen, aunque
aún no han encontrado quien lo haga. Rueter asegura que
Noise Free America seguirá insistiendo en el caso.
Según Mark Huber, director de comunicaciones de esta
organización antirruido, hay quien gana mucho dinero
alterando la paz de los demás. «Con lobbys pagados en
Washington y en los gobiernos estatales, las empresas
del automóvil y del ocio están eliminando los obstáculos
que protegen a los ciudadanos del ruido –afirma Mark
Huber–. Que aprueben una ley de control del ruido en
algún estado y veamos qué ocurre. Hemos intentado que el
Gobierno de Virginia apruebe una contra el estruendo de
los coches, pero sólo en Richmond (capital del Estado)
hay 50 clubes automovilísticos, todos ellos
políticamente activos. De modo que nuestra ley ha
desaparecido». La situación es mejor en la UE.
Una Directiva del 2002 obliga a las ciudades con un
mínimo de 250.000 habitantes a crear mapas de ruido
urbanos para ayudar a los dirigentes a establecer
políticas de contaminación acústica. Esta Directiva, que
obliga a tener los mapas acabados en el 2007, fue
recogida en España por la ley del Ruido aprobada en el
2003. La información que se obtiene del ruido en los
diferentes ámbitos úrbanos, una vez tratados
informáticamente, ayudarán a comprobar el impacto sonoro
de los elementos de diseño urbano o de los nuevos
edificios antes incluso de que se construyan (ver
recuadro «Mapas urbanos de ruido y reservas de
silencio»). Esta iniciativa puede introducir un poco
de sosiego en nuestras calles. Pero cualquier medida
administrativa exige una voluntad política y ciudadana
de llevarla a término, y para eso hace falta un cambio
radical en una sociedad como la española, acostumbrada a
emitir y soportar ruido como algo natural. Como decía a
la prensa hace poco Esther Melcón, de la Associació
Catalana contra la Contaminació Acústica, «quejarse
por el ruido era casi vergonzoso, parecía cosa de
neuróticos». Pero el tiempo les da la razón. Cada
vez más gente reclama el derecho a no ser agredidos con
ruidos y se movilizan para conseguirlo.
El dañino efecto en la
salud La exposición continuada al ruido no
sólo provoca una pérdida de audición y problemas como
insomnio e irritabilidad. Además es un factor que
aumenta el riesgo de padecer otras dolencias. La
Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que
«las pérdidas de oído inducidas por el ruido son el
riesgo laboral irreversible más extendido en el mundo, y
se calcula que 120 millones de personas tienen problemas
de oído que les discapacitan». Las pruebas, cada vez
más abundantes, también señalan muchos otros efectos del
alto volumen. • Una exposición prolongada puede
llegar a cambiar la estructura de las vellosidades del
oído interno, provocando una pérdida de audición o
tinnitus (zumbido de oídos permanente). • Mayor
presión sanguínea, insomnio, constricción cardiovascular
y aumento de la frecuencia cardiaca, dificultades
respiratorias o cambios en la química cerebral son otros
efectos del ruido. • Estos efectos en la salud, a su
vez, según las «Líneas básicas de actuación ante el
ruido en las comunidades» de la OMS, pueden provocar
limitaciones sociales, una menor productividad,
problemas de aprendizaje, absentismo laboral y escolar,
un aumento del uso de drogas y accidentes». • En el
feto y el recién nacido. Un informe del Comité de Salud
Medioambiental de la Academia de Pediatría de EEUU
(Pediatrics, octubre de 1997) concluíaque una
exposición excesiva al ruido puede provocar una pérdida
de audición de las altas frecuencias en los recién
nacidos y que un nivel de sonido excesivo en las
unidades de cuidados intensivos para neonatos podía
alterar el crecimiento y el desarrollo naturales de los
niños prematuros. • Al crecer, los niños expuestos a
sonidos que suponen una amenaza para su salud pueden
sufrir además problemas de aprendizaje. En 1975,
Environment and Behavior publicó un estudio sobre
los alumnos de un colegio situado junto a unas vías
férreas. Los estudiantes de la parte más tranquila
obtenían mejores resultados y en sexto de primaria
estaban un punto por encima de los estudiantes de las
clases más ruidosas. Un estudio de seguimiento publicado
en 1981 en Journal of Environmental Psychology
observó que el rendimiento de los niños mejoró tras
haber adoptado el colegio medidas para paliar el ruido.
Otros veinticinco estudios posteriores han ratificado
los resultados.
¿Cuánto
ruido podemos soportar? Las formas que puede
adoptar la estupidez humana son muy variadas. Una de
ellas es la competición denominada «dB Drag racing». Se
trata de que dos equipos se pongan uno frente a otro,
con sus equipos de sonido enchufados al máximo. Pierde
el que se retira. El récord lo tiene un equipo alemán
desde 2002, que fue capaz de soportar 177,6 decibelios.
Para hacerse una idea, el despegue de un Boeing 747
‘Jumbo’ produce unos 140 dB. El umbral del dolor
está estimado en ese volumen, 140 dB, aunque los efectos
físicos comienzan mucho antes. Para algunas personas
empiezan a partir de 65 dB, que es el ruido que hace una
aspiradora. Sin embargo, hay una predisposición cultural
que, en umbrales no críticos, hace tolerable o
insoportable determinado ruido. Por ejemplo, los pueblos
mediterráneos muestran una mayor tolerancia con los
ruidosos y con la contaminación acústica si se les
compara con los nórdicos. En los primeros, muchas
fiestas empiezan y concluyen con fuegos artificiales y
petardos, y en las calles puede escucharse el claxon de
los coches a la más mínima oportunidad… Para un sueco o
finlandés son una ingerencia intolerable en su
privacidad y un ruido insoportable.
Pasos legales para denunciar ruidos
Hemos preguntado a Jorge Pinedo, abogado
especializado en Derecho del Medio Ambiente, qué hacer
cuando un ruido vecinal –un bar o un vecino– nos impide
descansar. Lo primero que dice Pinedo es que no estamos
indefensos: «Hay muchas normas jurídicas que regulan
esta contaminación. Pero los ayuntamientos (que tienen
competencias para controlar y sancionar) suelen
inhibirse de las quejas, lo que obliga a ir a los
juzgados». • Denunciar en el ayuntamiento. Éste
es el primer paso, y se debe solicitar que comprueben
los niveles acústicos en la vivienda (lo hace la policía
local o técnicos del ayuntamiento). • Realizar un
informe acústico. Si el ayuntamiento no tiene medios, se
debe contratar a una empresa privada para que lo
realice, y éste debe remitirse al ayuntamiento
solicitando que requieran al titular del foco sonoro que
cese las molestias. • Si pasan tres meses desde la
reclamación, es mejor no esperar más y denunciarlo en el
juzgado, que tarda 8 o 10 meses en dar una solución.
• La vía penal puede abrirse en los casos graves, y
con condenas hasta de 4 años de cárcel (Código Penal,
art. 325), además de indemnizaciones. • Los
ayuntamientos pueden ser también denunciados por
negligencia. «Hay casos emblemáticos como la condena
del Ayuntamiento de Taradell (Barcelona) por su
inactividad ante las quejas de un ciudadano por el ruido
de gallos y perros de un vecino», explica Lluís
Gallardo, también abogado especializado en este tema.
Mapas urbanos de ruido y
reservas de silencio La Directiva europea
(2002/49/CE) sobre evaluación y gestión del ruido
ambiental obliga a los Estados a elaborar mapas de
ruido, que serán la fuente para atajar la contaminación
acústica. Esta Directiva –aplicada en España en la Ley
del Ruido de 2003– establece que habrán de estar
aprobados antes del 30 de junio de 2007 en las
aglomeraciones con más de 250.000 habitantes, en los
grandes ejes viarios cuyo tráfico supere los seis
millones de vehículos al año, los grandes ejes
ferroviarios cuyo tráfico supere los 60.000 trenes al
año y los grandes aeropuertos. Y antes del 30 de junio
de 2012, los restantes. Esta normativa afecta a 13
capitales (Córdoba, Málaga, Sevilla, Zaragoza, Palma de
Mallorca, La Palmas de Gran Canaria, Valladolid,
Barcelona, Alicante, Valencia, Madrid, Murcia, Bilbao, a
las que hay que añadir Gijón y Vigo, que ya superan los
250.000 habitantes, y A Coruña y L’Hospitalet de
Llobregat, que están cerca de alcanzarlos. Casi
todas tienen ya un mapa de ruido. Para saber en qué
consisten puede consultarse el de Vitoria en el apartado
relativo a Medio Urbano e Industrial del Atlas
Ambiental: www.vitoria-gasteiz.org/ceac/siam Este
ayuntamiento está finalizando además una web sobre ruido
urbano, donde se podrá acceder a las conclusiones y
ponencias de un reciente congreso sobre ruido celebrado
en Vitoria, a estudios de la afección del aeropuerto y
la red de control acústica en vía pública. Las
reservas de sonido de origen natural, previstas también
por la ley del Ruido, son el tema pendiente. No se ha
hecho su desarrollo legal y, por tanto, no se ha creado
ni una sola reserva. Sin embargo pueden tener un alto
valor ecológico y pedagógico.
Información en la red
www.ehp.niehs.nih.gov En la web de
Environmental Health Perspectives puede encontrarse (en
el número de enero de 2005) un amplio estudio sobre el
ruido y la salud. www.defensordelpueblo.es
La oficina del Defensor del Pueblo ha publicado este
año un informe sobre la contaminación acústica centrado
en buena parte en la legalidad vigente y las
responsabilidades de las diferentes
administraciones. www.ruidos.org Con
información actualizada y enlaces a otras webs sobre el
ruido.
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